¿Entra en su ocaso el liderazgo de Oscar Arias en el partido Liberación Nacional como lo pregonan eufóricos sus adversarios?
Pareciera aventurado vaticinar que eso vaya a suceder de la noche a la mañana dada la trayectoria, el peso y la influencia de Arias en el partido y en la reciente historia del país, pero sus pretensiones de ratificar tal dominio sobre la estructura verdiblanca se ven desafiadas con el frustrado intento de su hermano en la aspiración presidencial para el 2014.
Y no lo hizo, no porque no contara, para empezar, con el control de la fracción, que corre a reacomodar su lealtad, sino porque no tuvo el respaldo de la opinión pública desde un primer momento.
Esquiva de esa lectura fundamental de las señales, inequívocas, de los tiempos, la aspiración se estrelló en el témpano de las encuestas.
Como el propio exprecandidato lo admitió, ni las encuestas ni un calculador respaldo económico le permitían continuar en la carrera.
Tamaño golpe debería poner en remojo las barbas del arismo.
Johnny Araya rompe con su hegemonía.
Acaricia la candidatura por mérito propio tras una trayectoria pública circunscrita a la gestión de alcalde capitalino.
Otros 100 pesos serán cuando enfrente la consolidación de la aspiración, que lo pondría a las puertas de cazar un récord con el PLN de tres administraciones consecutivas.
Cuando, de cara a la campaña, se dedique a recomponer y arrimar a todas las fuerzas, entre ellas al arismo, a no ser que el encono de su tío lo impida.
Así, salvo un cataclismo político, por ejemplo: que la oposición se una y designe a un candidato estrella, el alcalde tiene allanado el rumbo hacia Zapote.
Forjado en el yunque político familiar, Araya se ha mostrado como un político pragmático.
Pero, ¿qué quiere dar a entender, cuando habla de volver a “las raíces” del PLN?
¿Qué piensa del rumbo aperturista por el que navega el país bajo las recientes administraciones de su partido?
¿ Y la oposición?
Cual engendro del mal, aquello asusta.
El PAC se extravió. Y su fundador, líder y candidato derrotado en tres campañas, se anegó en un valle de amarguras.
EL PUSC arrastrará, por siempre, la pena capital de los escándalos de corrupción de sus líderes.
¿Y los “micropartidos”? Si acaso surtirán las cuotas individualistas, personalistas y sectoriales, y así sumar al maremagnum legislativo otros cuatro años. Escríbale a Edgar Fonseca a efonseca@nacion.como síguelo por Facebook y Twitter,@efonsecam.