Hugo Chávez deja muchos huérfanos.
Deja al borde de la bancarrota a un país que debería ser el más poderoso en recursos en el hemisferio, caída su multimillonaria producción petrolera, una inflación récord, 100 mil empresas desaparecidas, supermercados vacíos, inseguridad al galope y deja, como, magistralmente lo expone el escritor mexicano, Enrique Krause, un profundo odio de hermanos entre los venezolanos.
“Esa es la llaga histórica que deja el chavismo. ¿Cuánto tardará en sanar? ¿Sanará alguna vez?”, se pregunta Krause.
¿Pero qué será de sus huérfanos?
¿Qué irá a ser de Maduro, escogido a dedo por el caudillo para heredar el desmadre?
Sumido en un culto idólatra, delirante, al desaparecido. Lo compara con Cristo. Con Bolívar. Y se deja decir que, junto a ambos, comenzó una “vida eterna”… Un Maduro carente de carisma. Carente de autoridad. Carente de mando, como lo retrata El País de Madrid y sujeto a la voluntad el ejército.
¿Qué ira a ser de los Castro en La Habana chupando gratis 100 mil barriles diarios de petróleo venezolano? Con razón el octogenario dictador se dejó decir quejumbroso en La Habana que se les había ido “el mejor amigo” en toda su historia.
¿Estará la economía posChavez en condiciones de soportar por mucho tiempo más ese torrente a grifo abierto?
¿Qué será de Evo Morales, tragicómico personaje, aislado en el techo de los Andes, que delira urbi et orbi, sin que nadie le dé pelota, que fue el imperio el que inoculó de cáncer al “líder supremo”? ¿Quién le cree ese cuento chino?
¿Qué será de la Cristina Fernández allá, en Buenos Aires, quien esquivó olímpicamente acompañar a su prócer en el acto final de despedida?
¿A quién acudirá en busca de guía espiritual y política? De fijo no lo hará con su compatriota, el Papa Francisco, enemigo político. ¿Cómo se las arreglará para enderezar el revoltijo populista en que tiene metida a la economía argentina?
¿Y dónde enjugará sus penas Rafael Correa, fiel discípulo en Ecuador del llamado Socialismo del XXI, quien no ha tenido más que aprender que sin empresa privada no hay desarrollo?
Y aquí, en nuestro istmo ¿qué irá a ser de Ortega? Otro que, cuál rémora, se pegó a Chávez como su redentor, claro a cambio de una millonaria “cooperación” de $2.200 millones hasta el 2012, sin dar cuentas a nadie, para beneficio de su parentela y de sus amigotes, conformando la “nueva oligarquía” en Managua como bien lo denuncia el excomandante sandinista Henry Ruiz.
Ninguno de estos y otros huérfanos en pena tienen con qué salir a erigirse en abanderados de ese mejunje bolivariano al que, muy seguramente, le llegó su hora. Escríbale a Edgar Fonseca, efonseca@nacion.com o síguelo por Twitter @efonsecam.