¿Cuál fue la primera sala de redacción que dio refugio al maestro García Márquez? ¿Cuáles fueron sus primeros textos? ¿Por qué llegó a ser cronista estrella de El Espectador?. Su aventura en Prensa Latina de Cuba, su etapa final en la revista Cambio, de Bogotá y sus avatares en la Fundación del Nuevo Periodismo.
De eso y más trata el ameno prologo del escritor Juan Esteban Costaín a un reciente libro, “La nostalgia de las almendras amargas“, publicado en la capital colombiana por el diario El Tiempo e Intermedio Editores como homenaje al mítico autor, fallecido el 17 de abril en Ciudad de México, y sobre todo a su última etapa como periodista en Cambio.
“Pues el periodismo es una pasión insaciable que solo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad. Nadie que no la haya padecido puede imaginarse esa servidumbre que se alimenta de las imprevisiones de la vida. Nadie que no lo haya vivido puede concebir siquiera lo que es el pálpito sobrenatural de la noticia, el orgasmo de la primicia, la demolición moral del fracaso. Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a vivir sólo para eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, pero que no concede un instante de paz mientras no vuelve a empezar con más ardor que nunca en el minuto siguiente”, dijo en un discurso de 1996, según reseña el escritor Costaín.