Sergio Ramírez: Sandino volvería a la tumba

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Si el legendario caudillo guerrillero nicaragüense Augusto César Sandino viviese y viere en lo que convirtió el régimen de Daniel Ortega a la revolución sandinista en Nicaragua, volvería a la tumba.

Así lo sentencia el escritor Sergio Ramírez en una amplia entrevista con el reportero Ferran Bono  de El País, Madrid.

Le pregunta el periodista Bono:

-P. Si Augusto César Sandino pudiera ver lo que pasa en la Nicaragua sandinista de hoy, ¿qué cree que haría?

R. Buscar la tumba de nuevo. Porque lo que ocurre en Nicaragua es una caricatura triste y atroz del pensamiento sandinista por el que luchamos.

El reportero alude a una reciente crítica de Ramírez, La tormenta perfecta,  sobre el  traumático capítulo que vive Venezuela, y en donde el autor arremete contra el dictum de exclusión de la izquierda populista: “Ya había aprendido para entonces en mi propia experiencia algo que una vez escuché decir a Lula da Silva en Managua, cuando nosotros ya habíamos perdido la revolución y él seguía aún intentando ser presidente de Brasil: y es que el gran error de la izquierda, un error estratégico, era pensar que la democracia se dividía en democracia burguesa y democracia proletaria, cuando lo que existía era una sola clase de democracia, sin apellidos.

Aquellas palabras desafiaban el dictum de exclusión que sigue caracterizando a la izquierda populista de América Latina en el siglo veintiuno, y que sólo revela un sentimiento primitivo profundo, que es el de sentirse dueño exclusivo de la verdad: el dictum que divide al mundo entre feligreses y traidores. Para pertenecer a la fila de los buenos, hay que ponerse la camisa roja.

Bajo esta concepción simplista, todos los que no rezan el credo que el caudillo y su camarilla dictan, están destinados a ser silenciados, o a pasar el resto de sus días en las prisiones políticas que el estado redentor establece en beneficio de la sanidad ideológica, y de la permanencia sin fin de los mismos en el poder: ellos, sus esposas, o sus hijos.

Cuando alguien se considera dueño exclusivo de la verdad, y tiene en el puño las llaves del paraíso donde los justos con carnet deben vivir hacinados, todo lo malo que ocurra dentro de las fronteras cerradas de ese paraíso será culpa de quienes se niegan a ponerse la librea ideológica. Porque para quienes dictan la regla no es posible advertir que esa regla está fundamentalmente equivocada”.

 

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