Mientras siete de sus ejecutivos pasaban las primeras horas de su arrestos en calabozos de comisarías en Zurich, acusados por EE.UU. de integrar una red de corrupción, el pleno mundial de la FIFA arrancó sesiones en un ostentoso entorno de habitaciones de hotel de mil euros, mínimo, y disfrutando de caviar, costillas de terneros, rodeados de agentes de seguridad y desplazándose en Mercedes CLS último modelo, dice una crónica del reportero Eduardo J. Castelao, enviado de El Mundo, Madrid.
Añade Castelao: “Probaban los presidentes de algunas de las 209 Federaciones el caviar del Pavillon, una estrella Michelín donde la broma de 50 gramos sale a 368 euros, o las costillas de ternera a la brasa del Rive Gauche, 112 euros por un plato único. Terminado el postre, por el mármol del hall iban desfilando camino del Theater 11, donde a primera hora de la tarde Joseph Blatter inauguró el 65 Congreso de la FIFA. Según salían a la recepción los congresistas, una persona hacía sonar un silbato y uno de las decenas de Mercedes CLS con los cristales tintados aceleraba para recoger al señalado. Y después de ese, otro, y otro, y otro más. “Otro Mercedes, por favor”, decía el silbato. La fila de coches (el modelo más barato cuesta 66.500 euros) era inacabable, pilotados todos por chóferes con el pinganillo en la oreja, bien visible, traje y corbata impecables, cara de pocos, casi ningún, amigo. Mientras a pocos kilómetros de allí siete de sus miembros pasaban las horas en el calabozo, la FIFA decidió que, pese a todo, y como dijo su presidente en la mismísima inauguración, “hay que disfrutar del show”.