Para Alcides Edgardo Ghiggia, el legendario puntero derecho uruguayo que hizo historia en el Mundial de 1950 al anotar el gol del triunfo ante la selección de Brasil y ejecutar el Maracanazo, el fútbol de su tiempo era de mayor espectáculo. Al final de su vida ni siquiera veía la televisión que transmitía el fútbol de su paìs. Le aburría. Así lo confiesa en una última entrevista que concedió al diario El País de Montevideo en 2012.
Cuenta la crónica del reportero Tomer Urwicz de El País: “De camino por la calle la gente lo saludaba y más de uno le pedía un autógrafo. Él presentaba a su mujer y hay quienes no le creían por la diferencia de edad; estaba acostumbrado.
Pero “el cariño del público es otra inyección de vida”, decía y se mostraba agradecido con el pueblo uruguayo.
No así a sus gobiernos. “Están en deuda conmigo”, decía. “Tengo más reconocimiento en otros países que en el mío propio”, agregaba molesto.
Eso le dolía y lo demostraba. “El Estado nunca nos respaldó”, repitió varias veces en la entrevista y recordaba lo que le había sucedido en Brasil años antes: “Fui invitado a una fiesta y me encontré con un ministro uruguayo (prefirió no revelar la identidad) y me dijo: `El país le debe mucho`. Y yo le respondí: `No, ustedes son los que me deben`. Se produjo un silencio brutal”.
Varios de sus compañeros mundialistas murieron en la pobreza y el olvido, y, por más que Ghiggia reconocía que él nunca pasó hambre, la realidad es que vivía sin lujos en Las Piedras”.