Masacre en la playa

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Brian Harrison, un exsoldado británico de 56 años y su esposa, una enfermera quirúrgica, se salvaron de milagro de la masacre perpetrada en un hotel de playa en Sousse, Túnez, informa el diario londinense The Guardian.

Ambos recibían masajes en un spa cuando empezaron a escuchar las detonaciones que dejaron 30 ciudadanos británicos muertos y otras 9 víctimas mortales de diferentes nacionalidades. En instantes se encontraron con una “carnicería” y se dedicaron a atender a las víctimas, agonizantes unas, en shock y heridas otras.

Añade el relato de The Guardian: “En marzo, pocos días después de que Brian Harrison y su esposa reservaran sus vacaciones en el complejo de Sousse, Túnez, hombres armados islamistas mataron a 21 personas, muchos de ellas turistas, en el museo del Bardo, en la capital de Túnez.

“Aquello impacto en los medios y pensé: ‘¿qué hemos hecho ?”, recordó Harrison, de 56 años. Pero el asesino de Bardo era sin duda “sólo uno de estos maníacos con una arma de fuego” y no ha habido nuevos ataques  por lo que el ex soldado y su esposa de Aberdeen, que ha pedido no ser identificada, volaron a Túnez y  se registraron en el hotel de playa Imperial Marhaba.

Ahora, Harrison, y su esposa, una enfermera quirúrgica, se han convertido en unos de los héroes de la atrocidad del pasado viernes que se cobró la vida de 30 británicos y otras nueve personas, cuando el estudiante Seifeddine Rezgui, de 23 años,  atacó a turistas en la playa con un Kalashnikov. Funcionarios de seguridad tunecinos creen que el atacante se entrenó en Libia, al mismo tiempo que los atacantes Bardo.

El matrimonio estaba en el spa del hotel recibiendo masajes cuando Rezgui atacó y Harrison cuenta cómo él y su esposa se enfrentaron luego a la carnicería. Agarraron manteles y servilletas en el restaurante para vendar a los heridos y moribundos, atendían a los que habían visto sus seres queridos asesinados  pocos minutos antes y acompañaron a los heridos graves al hospital.

“La mayoría de las otras mañanas habíamos estado en la playa, pero el viernes decidimos que iríamos al spa y luego a la ciudad, de compras,” dijo Harrison a The Guardian. “Cuando yo recibía mi masaje hubo un ruido que a mí, como soldado, me sonó como disparos. Le dije a la masajista: ‘¿Son disparos? “Y me dijo:’. No, no, no puede ser.” Sonaba como una ametralladora. Hubo una pausa pequeña y luego se oyó un ruido como petardo y luego otra vez  más fuerte”.

 

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