Costa Rica tiene en el dictadorzuelo Ortega a un vecino traicionero.
Buscará cualquier portillo para golpear nuestros intereses.
Y buscará, como lo hace en estos momentos, como si no hubiese pasado nada, que el gobierno le pase la página, le perdone sus flagrantes violaciones a nuestra soberanía, sus recurrentes amenazas a nuestra institucionalidad, y que el Presidente Solís le dé una palmada en la espalda, un baño de legitimidad a la farsa electoral recién perpetrada por su espurio régimen para perpetuarse en el poder, con su mujer, con sus hijos, y demás secuaces.
Como busca la legitimidad hemisférica con la complacencia del secretario de la OEA.
A quien invita a Managua, pasado el mamarracho electoral del seis de noviembre, a que se empape de que allí todo anda bien, que no tiene nada de qué preocuparse, que su régimen es garante de todas las libertades fundamentales…
Que no reprime a los opositores.
Que no sofoca a sangre y fuego la revuelta campesina.
“Agresiones que no veíamos desde el tiempo de la dictadura de Somoza”, como denuncia alarmado, ante el emisario de la OEA, el respetado obispo Silvio Báez.
Que no impone un temido estado policíaco, calcado de sus mentores de La Habana.
Que no se mueve una hoja en el aire sino es con la aquiescencia de la seguridad del estado.
Que no persigue a diplomáticos o a expertos sospechosos.
Y que no, que jamás entroniza una corrupta connivencia con una inescrupulosa camarilla empresarial con la que se reparte el pastel de billonarias fortunas en el segundo país más miserable del hemisferio, después de Haití.
Son cantos de sirena
Son cantos de sirena, villancicos de temporada, las mielosas frases de Ortega para con Costa Rica al recibir las cartas credenciales de nuestro enviado a Managua y las de otros diplomáticos.
Tal su desparpajo que quiere visitar al presidente Solís en Zapote.
“Quiero visitarlo, me gustaría saludarlo, manifestarle todo esto que les estoy diciendo, invitarlo también a Nicaragua, cuando él quiera venir que venga, que podamos, que digamos, normalizar nuestras relaciones, porque hay que admitirlo, no hemos logrado normalizar nuestras relaciones”, dice Ortega.
Ignora las agresiones, las amenazas y la arbitrariedad que han caracterizado sus relaciones con el país.
Y aboga por un acercamiento… vaya descaro este suyo.
Hasta hoy la administración Solís ha observado una posición firme en los nexos con tan incómodo vecino. Ha mantenido congeladas las relaciones aún después de la histórica condena de la Corte Internacional de Justicia de Las Haya por la invasión a isla Calero.
No hay razón fundamental para creerle a Ortega.
No hay por qué legitimar a esa nueva dictadura dinástica.
Más razones tiene el país para mantener una posición de defensa de sus intereses y de denuncia en el ámbito internacional de la amenaza que representa este politiquillo inescrupuloso a las instituciones y al orden, a la estabilidad y al desarrollo regional.
Mientras no cese el desmantelamiento democrático; mientras no cese la represión a los opositores; mientras no cese el brutal aplastamiento al campesinado rebelde; mientras no cese la persecución a la prensa independiente; en fin, mientras en Nicaragua no haya nuevas elecciones, libres y transparentes como claman valientes disidentes, opositores, periodistas, campesinos y dignos prelados, no sometidos a la voluntad del dictador, en ese tanto Costa Rica no debe darle carta blanca a este lobo con piel de oveja.
PD-Confiamos en que el gobierno preserve esa actitud frente a la dictadura, salvo que, por congraciarse con el exclusivo círculo de amigotes bolivarianos, ya estén fraguando el deshielo Managua-San José… Y que el nuevo embajador tico se “ponga las pilas” y abra bien sus ojos y sus oídos y no se deje engatusar, ni se deje “meter diez con hueco” en las isletas de Granada…