Elecciones 2018: Kevin Casas vaticina segunda vuelta

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Vaticina, por ello, como muy probable, que haya segunda vuelta.

Y teme que, en un escenario tan incierto, pueda emerger un demagogo populista que arrastre a los votantes.

El exvicepresidente y consultor internacional, Kevin Casas Zamora, habla, analiza y hace sus estimaciones con claridad y contundencia a pesar de los nueve años que ha estado fuera del país, tras su controversial salida de la segunda administración Arias 2006-2010, por el “memorando del miedo” del TLC.

Me atiende la tarde del martes 14 de febrero en su residencia en Moravia donde se recupera de una delicada cirugía que lo tuvo hospitalizado tres semanas en diciembre en Washington D.C., cuando alistaba maletas de retorno a San José, tras concluir su periodo, de un año y cuatro meses, como director del Peter D. Bell Rule of Law Program, en Diálogo Interamericano.

Una amplia sala repleta de cajas sin desempacar, con fotos de sus hijos, con libros, y copias de diarios y revistas, nos sirve de telón de fondo a la conversación con este abogado y politólogo, de 48 años, doctorado en Oxford en Ciencias Políticas y con una maestría de Essex en política latinoamericana.

Su preocupación por los desafíos y los riesgos de la democracia liberal en el mundo, asediada por experiencias populistas, como la de Trump en EE.UU. o el “Brexit” en Inglaterra, sirve de marco, también,  para que exponga su percepción del momento de la democracia costarricense. Y para que aborde probables escenarios en los próximos comicios.

LIBERACION LA TIENE COMPLICADA

-¿Cómo vislumbra el desenlace en febrero 2018?, ¿Hay relevo? ¿El PAC pasa a la oposición? ¿Es factible el retorno de Liberación? ¿Cómo ves a estas alturas esos escenarios?

-Te voy a dar una respuesta, la única que te puedo dar con plena honestidad: no sé. No recuerdo un escenario electoral con este nivel de incertidumbre como tenemos hoy, a un año de las elecciones. Honestamente no te puedo decir quien va ganar, con ningún nivel de certeza, ni siquiera bajito.

-¿Por qué ese ausencia de certeza para un analista como vos?

-Porque estamos en presencia de un juego muy impredecible. No veo a nadie llegando al 40%, ni siquiera Liberación Nacional, independientemente de quien sea el candidato, no veo a Liberación Nacional llegando al 40%, en cuyo caso, y el tema ese es ahí un tiro al aire, ¿quién queda de segundo?, y para quedar segundo en la primera vuelta, no necesitas el 30%, como pasó en la última elección. En un entorno de fragmentación, puedes quedar segundo con el 12-14% de la votación, que no es nada difícil de alcanzar. En un escenario así, realmente no tienes ninguna posibilidad de predecir quien va a ganar. Tengo la impresión de que si Liberación no gana en primera vuelta, y creo que es muy probable que no gane en primera vuelta, no puede ganar en segunda vuelta, salvo que el contrincante en segunda vuelta sea el Frente Amplio o una cosa así, que le dé una oportunidad a Liberación de plantear una campaña exitosa, pero creo que para Liberación Nacional va a ser complicado ganar. No es imposible porque nada es imposible en la vida, pero lo veo muy complicado, y creo que el que llegue a quedar segundo en primera vuelta, por lo menos algunas de las opciones que hay, que pueden quedar en segundo lugar, tendrían posibilidades muy grandes de ganarle a Liberación Nacional. Y, luego, tienes el factor equis de esta contienda, la posibilidad de que te salga un candidato fuera de las estructuras tradicionales que sea capaz de movilizar un descontento muy grande con un discurso antipolítico.

TEMOR A UN BROTE POPULISTA

-¿Temes un brote populista en el país?

-Sí, sí lo temo, claro. En esto, la oportunidad es del ladrón, ¿verdad? Por razones similares, por las que está proliferando el discurso populista en todas partes, porque creo que hay una gran insatisfacción con los resultados del sistema político y hay una percepción de que los partidos políticos establecidos no están respondiendo a las expectativas de la gente y lo hemos visto en las últimas dos administraciones con características diferentes, de partidos diferentes, que han sido muy débiles políticamente y con una que, rápidamente, ha generado un nivel de descontento muy alto. No veo, a menos que los partidos políticos, que el liderazgo de esos partidos se dé cuenta del predicamento en que está, no veo que, haciendo lo mismo, vayamos a obtener resultados diferentes. Pongo un ejemplo muy importante que tiene que ver con la fragmentación del sistema de partidos. Por la ruta, por la que vamos y con los números que estoy viendo, creo que es virtualmente imposible para ningún partido político obtener un 40% en la primera vuelta. No veo que a nadie le den los números para eso en los próximos comicios. El corolario de eso es que, cualquiera que resulte ganador de la Presidencia de la República en el 2018, tiene una altísima probabilidad de tener una cuota muy menguada de representación legislativa. Vamos a tener un presidente como el actual que, en el mejor de los casos, tendría 15 diputados. ¿Por qué habrían de ser diferentes los resultados? Lo cual plantea dos cosas que me parecen muy importantes: la primera que, en un escenario de fragmentación creciente e irreversible como el que estoy describiendo, y creo que es ambas cosas, es creciente y es irreversible, la única forma que habría de obtener resultados diferentes sería si nos habituáramos a construir coaliciones al estilo de Chile. Claro, en el caso de los chilenos aprendieron esa lección porque tuvieron que construir, bueno, en el caso de la Concertación, tuvieron que construir una concertación para sacarse de encima a Pinochet. Tuvieron que pasar por Pinochet para aprender la lección de alguna manera pero la aprendieron y tienen coaliciones estables. ¡Ojo!, ya menguadas, cada vez menos consolidadas, pero que durante 27 años han gobernado estables en Chile y lo han hecho muy bien. Aquí deberíamos ir hacia eso. Sin embargo, cuando vos planteas esta idea en el Balcón Verde, te vuelven a ver como a “un marciano”. En el fondo todo mundo cree que estamos jugando el mismo juego de siempre y que, bueno, Liberación Nacional es el partido más grande, lo cual es cierto, entonces es dueño de todo y va a llegar al 40% y va a ganar solo. Eso no va a pasar. Ni tampoco le va a pasar a la Unidad y tampoco le va a pasar al PAC y tampoco le va a pasar a nadie. La conversación que deberíamos tener en este momento es de cómo hacemos para construir coaliciones estables que hagan este país gobernable. Corrijo, lo pongo en términos más humildes: no que hagan este país más gobernable, que le den una mayor posibilidad al presidente de que se adopten algunas decisiones y algunas reformas importantes. Esa es la conversación que tenemos que tener. La otra parte ya es más estructural. ¿Qué haces en el largo plazo para administrar y hacer manejable y generar una dinámica positiva en un entorno de fragmentación partidaria? Ahí sí estoy empezando a pensar que la única forma en que vos haces manejable un sistema de ese tipo es con un sistema parlamentario en el que los partidos están obligados a hacer coaliciones, en el que la continuidad del gobierno, la continuidad del Poder Ejecutivo, depende de tener una mayoría en el parlamento, solo un sistema así te hace manejable un entorno de fragmentación partidaria como el que ya tenemos en este momento y que vamos a tener cada vez más.

ASI, HASTA EL PAC TIENE  OPCIONES

¿Y las opciones para el PAC, tras su primera experiencia al mando del Ejecutivo?

-Son muy bajas. No creo que este gobierno haya sido un desastre, que haya sido una calamidad, como dice alguna gente, pero tampoco ha sido un gobierno exitoso. Ha sido un gobierno muy débil políticamente. Cuando me hablas del PAC, ¿de cuál PAC me estás hablando? Ahí hay de todo. Y esa es la otra cosa que veo, no solo tienes un entorno de fragmentación creciente, sino una situación en la que los partidos establecidos están tremendamente fraccionalizados, todos. Cuando me preguntas por el PAC, ¿cuál PAC?, ¿el PAC de Ottón?, ¿el PAC del Presidente? No sabes cuál facción del PAC va a terminar ganando la interna. Tengo la impresión de que tiene posibilidades limitadas, pero no descarto que el PAC pueda llegar al 15% y quede segundo en una primera vuelta y por ahí se “jala una torta” y gana en la segunda vuelta, no es imposible. Es improbable, pero no imposible.

UN ESTADO “TOTALMENTE ATROFIADO”

-¿Cuál es tu lectura del momento de la democracia costarricense?

-Empiezo por hacer una salvedad:  tengo mucho tiempo de estar fuera del país y recién estoy aterrizando, aunque me he mantenido en contacto con el país. Debo ser cauteloso con las opiniones que emito, pero empezaría por señalar el telón de fondo en el que se produce el escarceo electoral en el que estamos ahora, y  es el de un sistema político, el nuestro, que se ha vuelto profundamente disfuncional, un sistema político que, a lo largo de los últimos 20-25 años ha ido creando una proliferación de puntos de veto, que hace casi imposible tomar decisiones, hacer reformas y ponerlas en práctica. Un sistema que todos sabemos que existe, porque todas las fuerzas políticas y sociales de este país han contribuido a crearlo, todos han puesto su granito de arena, todos sabemos que es disfuncional, todos sabemos que hay que cambiarlo, pero, a la hora de los tiros, en el fondo, ese sistema, que genera una proliferación de puntos de veto en todas partes, lo que hace es que nadie quiera renunciar a su cuota de veto. ¿Cuánto tiempo de estar oyendo a todo mundo decir que hay que reformar el reglamento legislativo? En el fondo nadie quiere renunciar a la posibilidad de vetar aquellas cosas que le incomodan. Estamos en presencia de una cosa que todo mundo sabe que es necesaria, pero nadie está dispuesto a hacer. El telón de fondo es ese: hemos creado un sistema político terriblemente disfuncional que, en consecuencia, requiere como una tarea absolutamente primordial, por encima de cualquier otra, una reforma política. Esa es la reforma que hay que hacer en Costa Rica y ese es el tema que tenemos que plantearnos seriamente y no lo estamos haciendo y el síntoma más elocuente de que no estamos dispuestos a hacerlo fue la suerte que corrió el informe de la Comisión de los Notables, que era un buen esfuerzo para empezar esa discusión. Hay muchísimo valioso en ese informe y ahí está llevando polvo.

-¿Una reforma conducente a qué?

-Conducente a que el Estado no sea en este momento el tapón que tiene. ¿Cómo lo pongo? La cañería del desarrollo nacional está tapada totalmente. No importa lo que vos eches de este lado, si son ideas brillantes o ideas locas, del otro lado no te sale nada. Hay un aparato institucional que está totalmente atrofiado. Yo llegué a la conclusión, y esto es complicado de decir para alguien que viene más bien de una sensibilidad socialdemócrata, pero el problema del desarrollo nacional es el Estado costarricense, está totalmente atrofiado.

-¿Crees que comicios como los que vienen puedan servir de desaguadero de esa expectativa?

-Soy muy escéptico. Primero por lo que vimos en la elección anterior que este tema tiene rato de estar presente en la discusión y, sin embargo, en la campaña anterior fue como si no existiera. ¿Quién planteó este tema? Aquí nos hemos metido en una dinámica que me parece la cosa más loca, aquí todo el mundo en las campañas sigue prometiendo el oro y el moro. Por ahí vi avisos de algunos de los candidatos: “vamos a acabar con las filas de la Caja”, “vamos a hacer esto, vamos a hacer lo otro…”. Tuve oportunidad de coordinar un programa de gobierno y coordinar un programa nacional de desarrollo. A mí no me vuelven a agarrar en eso porque no hay ejercicio más inútil en este momento que hacer un programa de gobierno porque no tenés ninguna garantía, no tenés la menor certeza de que nada de lo que digas ahí se va a realizar. El problema de Costa Rica no es un problema de fondo, es un problema de procedimiento. Mientras no resolvamos el tema de procedimiento, poco importa lo que vos prometas, poco importa lo que vos digas que vas a hacer en materia de salud, de infraestructura, de educación, ambiental, poco importa.

PUERTA ABIERTA A LOS AVENTUREROS

-¿Hacia dónde va el país?

-El gran temor que tengo es que no estamos planteando este tema de la reforma política como una prioridad. El otro factor que veo de gran preocupación, que es el otro telón de fondo en el que se da esta contienda electoral: la desarticulación del sistema de partidos y la fragmentación creciente del sistema de partidos que hace cada vez más complicado construir mayorías, cada vez más complicado tomar decisiones.

-¿Fue positivo el colapso del bipartidismo?

-La pregunta es un poco ociosa porque ese es un tren que partió de la estación hace rato. El bipartidismo, no importa cuántos esfuerzos hagamos, no va a regresar. No conozco un solo caso, en ninguna parte, de un sistema de partidos que se fragmente de manera acelerada a lo largo de varias elecciones y que logre revertir esa fragmentación.

-¿No crees que ese vaya a ser el escenario de Costa Rica?

-No. Estoy absolutamente seguro de que no va a ser, porque esto es como la entropía, solo marcha en una dirección y, más bien, lo que estamos viendo es un proceso de desapego creciente por parte de la ciudadanía respecto de los partidos políticos, proceso el cual abre la puerta, que en este caso es una puerta muy grande y, quizá, ya estamos entrando en la coyuntura electoral actual, abre la puerta a todo tipo de aventureros, ¿verdad?. Cuando los partidos se vuelven cada vez más irrelevantes, en este momento hay en Costa Rica un terreno enormemente fértil para que proliferen los aventureros y tenga éxito alguno de ellos.

LA GRAN REFORMA PENDIENTE

-¿Qué recomendarías a la clase política como lo más coherente para responder a la alta expectativa desde la opinión pública a lo que está pasando?

-Primero, que se tomen muy en serio, en esta coyuntura, la posibilidad de que salga un líder fuera de los partidos que capte el descontento que anda flotando ahí afuera. Parte de lo que pasó con Trump en Estados Unidos es que la gente lo vio como una aberración, y los políticos tradicionales no lo tomaron en serio. Por el contrario, lo vieron como un fenómeno transitorio, pasajero, aberrante, del que trataron de aprovecharse. La idea que hubo durante la campaña primaria del partido Republicano fue “este es un idiota, que no va para ningún lado y lo que hay que hacer es tolerarlo mientras jalamos a los votantes que tiene. En algún momento se va a quemar y esos votantes van a pasar a nuestras filas”. No lo vieron con la seriedad que el fenómeno ameritaba. Lo mismo puede pasar acá. La primera recomendación es que tomen en cuenta muy en serio, que le pongan mucha atención a la posibilidad de que emerja un líder populista fuera de los partidos políticos, porque el caldo de cultivo está ahí. Ese setenta y “pico” porciento de gente que no tiene partido y que está ahí flotando, que está como una gelatina, que se va hoy con uno y, mañana, con otro, una parte importante de esa masa puede sentirse atraída por un liderazgo de ese tipo. Segundo, hay que empezar a pensar en el juego político con otras categorías. No podemos seguir haciendo más de lo mismo. Es particularmente importante habituarnos a la idea de que la única manera de hacer manejable lo que tenemos políticamente es formando coaliciones estables. No hay otra forma. Si no nos habituamos a eso, simplemente vamos a condenar a nuestro sistema político a repetir lo que hemos tenido en los últimos gobiernos, presidentes muy débiles, que no tienen ninguna capacidad de hacer reformas. Tercera cosa, adquirir la conciencia de que el problema fundamental del sistema político en Costa Rica es de procedimiento, no es un problema de sustancia. Lo que hay que reformar es el mecanismo de toma de decisiones y el mecanismo, para poner en práctica esas decisiones, no es un problema de fondo, no importa las propuestas de fondo que hagamos. El sistema político nuestro se ha vuelto absolutamente disfuncional para hacer realidad esas propuestas. Lo que este país requiere de manera desesperada es una reforma política, que le entre en efecto al reglamento legislativo, a las potestades de la Sala Constitucional, a las potestades de la Contraloría General de la República, al sistema electoral, a la división político administrativa, todos son engranajes de ese sistema que hace imposible tomar decisiones en Costa Rica y ejecutarlas. Y, mientras no le entremos a eso, mientras no hagamos una reforma política como la que estaba planteada, no digo exactamente al pie de la letra, en el informe de los Notables, mientras no tengamos una discusión de ese tipo y una discusión en serio, no vamos para ningún lado. Diría esas tres cosas: conciencia del riesgo inminente de un brote populista en el país, conciencia de la necesidad de empezar a formar coaliciones como un recurso habitual del sistema político y conciencia de la urgencia de una reforma política que es la reforma más urgente que tiene este país pendiente”.

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HAY UN GRITO ESTRIDENTE CONTRA LA DEMOCRACIA

-Recientemente reflexionabas sobre los riesgos, los desafíos, sobre el momento que atraviesa la democracia liberal en el mundo, ¿por qué esa preocupación?

-Lo que estamos viendo no son hechos aislados. Hay algo sistémico que está pasando con la democracia en todas partes. Lo estamos viendo en Europa. Lo acabamos de ver de manera brutal en Estados Unidos. Lo estamos viendo en América Latina. Hay una mezcla de factores que están generando una tormenta perfecta que se traduce en un descontento crónico con la democracia y, como consecuencia de ese descontento, en un apoyo creciente a opciones políticas cada vez más estridentes, cada vez menos apegadas a las convenciones de la democracia liberal, a la noción, por ejemplo, de la alternancia del poder, a la noción de que el poder, para ser legítimo, debe estar controlado por un sistema de frenos y contrapesos, por un conjunto de derechos que marcan el límite de la acción legítima del Estado. Todas las nociones centrales de la democracia liberal están siendo impugnadas de manera muy visible, y está pasando en todas partes. No estamos en presencia de hechos aislados sino de una cosa más sistémica. ¿Por qué está pasando esto? Hay causas de largo aliento y de más corta duración, más circunstanciales. Tengo la impresión de que hay una disonancia creciente entre la velocidad en el cambio del mundo y, sobre todo, en la velocidad del crecimiento de las expectativas de las personas, y la capacidad de los sistemas democráticos para responder a esas expectativas. Ahí hay un abismo creciente. La democracia parece no estar en condiciones de responder rápidamente a las expectativas de bienestar, que están creciendo exponencialmente. Ahí hay un fenómeno estructural muy complejo, cómo hacer que las democracias funcionen de una manera que puedan responder a las expectativas de bienestar con la velocidad requerida. Por otro lado, tenemos una desarticulación creciente, una pérdida de legitimidad, de credibilidad, de los instrumentos tradicionales de representación política, fundamentalmente los partidos políticos, que están en una crisis brutal en todas partes. Cuando uno ve que aquí en Costa Rica tres cuartas partes de la gente en esta, que es una democracia con una población politizada, con cierto nivel de sofisticación política, setenta y “pico” por cierto de la gente dice que no tiene ninguna afinidad con ningún partido político, no quiere saber nada de ningún partido político, eso no es diferente en España, Inglaterra o Estados Unidos. Las implicaciones de eso son muy serias. Tengo la impresión que los partidos políticos han venido siendo sustituidos, gradualmente, en su función de intermediación con la sociedad. No tengo muy claro si, en algún momento, tuvieron el monopolio de la representación política, la correa por la cual la gente transmitía sus demandas a las autoridades electas, pero ya no lo son, ya no tienen ese monopolio. Como que les ha ido sacado a bocados. Ahora las demandas sociales se canalizan por medio de organizaciones de la sociedad civil, se canalizan por medio de los medios de comunicación de manera muy visible y, crecientemente, por medio de las redes sociales. Siempre que hablo de este tema, le hago una pregunta a quien me escucha, si usted es un dirigente comunal en cualquiera de nuestros países, que quiere hacerle llegar una demanda, algún tipo de reivindicación a las autoridades electas, ¿adónde va a plantearla? ¿Va a la oficina del partido político o va al canal de televisión? Va al canal de televisión. Ahí es donde vemos que los partidos políticos han sido vaciados de su función de representación y se han ido convirtiendo en un cascarón vacío, totalmente autorreferencial. Para lo único que sirven es para darle trabajo a la gente que está aspirando al poder, pero su función de representación, de tener un anclaje en la sociedad y ser capaces de transmitir esas demandas y convertirlas en decisiones de política pública, se está perdiendo en todas partes. Y hay causas más coyunturales, no por eso menos importantes. En el caso de Estados Unidos y de Europa, la crisis financiera del 2008-2009 tuvo un impacto político demoledor. Esto que estamos viendo ahora es la factura política, demorada, de la crisis financiera del 2008-2009, la cuenta que le están pasando al liderazgo político tradicional por la gestación de la crisis y por la recuperación tan problemática que han tenido las economías, sobre todo en Europa. Entonces, hay causas de largo alcance y hay más coyunturales, pero esto se ha convertido en una tormenta perfecta. Cuando uno proyecta esto hacia adelante, las causas del descontento, las que están generando esta pérdida de credibilidad de las instituciones tradicionales de la democracia liberal, no solo no van a desaparecer, sino que se van a agudizar. Todas las tendencias que uno ve, lo hacen pensar que esto va a recrudecer, no va a amainar. Tenemos entre manos un reto muy complicado y, para que estemos claros, en lo que se traduce es en el ascenso de opciones políticas con un discurso estridente, con no solo ningún apego a las convenciones de la democracia liberal, sino que con la intención de demoler el aparato, el edificio institucional y el edificio normativo que se ha creado a lo largo de dos siglos de paciente construcción de las instituciones de la democracia liberal”.

 

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Un estudioso de los desafíos democráticos

Kevin Casas Zamora dedicó los pasados nueve años a la investigación, el análisis y la valoración de las instituciones democráticas, particularmente en Latinoamérica. Fue investigador de Brookings Institution basado en Washington D.C., pasó a la Secretaría de Asuntos Políticos de la Organización de Estados Americanos (OEA) y cerró este periodo como director del Peter D. Bell Rule of Law Program, en Diálogo Interamericano.

-Diálogo Interamericano Washington D.C.-Ex investigador y exdirector del Peter D. Bell Rule of Law Program, Diálogo Interamericano, Washington D.C. Dirigiendo esfuerzos, políticas, análisis e investigación destinados a reforzar las áreas del derecho, el gobierno democrático y los derechos humanos en Latinoamérica. Agosto 2015 a diciembre 2016.

-OEA, Secretario de Asuntos Políticos, Organización de Estados Americanos, OEA, Washington D.C.. Abril 2012 a junio 2015.

-Brookings Institution, responsable de programas destinados a mejorar la calidad del gobierno democrático en el Hemisferio Americano, Washington D.C.. Julio 2008, marzo 2012.

-University of Oxford, doctorado en Ciencias Políticas, 1997-2002

-University of Essex, Master en Políticas y Gobierno de Latinoamérica, 1992-1994

-Universidad de Costa Rica, Licenciatura en Derecho 1985-1991. Graduado de honor. Tesis distinguida: ¿Democracia representativa en Costa Rica? Análisis del sistema electoral de Costa Rica y propuestas de cambio.

Fuente: Linkedin

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MAÑANA: A nueve años, las lecciones de aquel convulso episodio del TLC

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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