Elecciones 2018: una encuesta mata otra encuesta

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Vladimir de la Cruz, analista

San José-Las encuestas son instrumentos técnicos que se han desarrollado para hacer mediciones descriptivas de fenómenos o de comportamientos sociales. Generalmente se asocian a investigaciones para fundamentarlas y desarrollarlas.
Las encuestas son de diverso tipo, como situaciones se quieran analizar y describir, educativas, de salud, de trabajo, de consumo, de opinión pública sobre temas específicos y también las hay propiamente electorales, entre muchas.
Las encuestas por ello son de la realidad que interesa conocer y describir, en tanto recogen información, sobre la base de formulación de preguntas, que se realizan a las personas que son la meta de estas encuestas, o entrevistas que se hacen de esta manera, que se pueden realizar directamente, por teléfono, por las diversas modalidades de correos incluido el electrónico, a boca de urna como se dice de las que se hacen en los procesos electorales una vez que se ha emitido el voto.
Así se puede llegar a conclusiones sobre los datos que dio la encuesta sobre la población seleccionada, a quien se le aplica.
Por distintos métodos se ha logrado diseñar que las encuestas, sobre una base de selección de la población, proyectan el resultado sobre la totalidad, con márgenes porcentuales de error hacia arriba o abajo del resultado que da la encuesta.
Las encuestas no son caprichosamente hechas. Responden a objetivos determinados, claros y precisos para que reflejen el resultado que se quiere y poder con ello interpretar la realidad analizada.
Las encuestas pueden hacerse también sobre hipótesis, sobre criterios que se tienen a priori y sobre problemas, con la finalidad de comprobarlos y de buscarles soluciones con los datos que brinda la encuesta.
La selección de la muestra objeto de la encuesta es quizá el elemento más importante de ella, que tiene que ver con el tamaño de la muestra y la representatividad de la misma. Esta selección de la muestra se hace mediante técnicas o métodos de muestreo.
Estos aspectos generales se expresan finalmente en la elaboración de las preguntas de la encuesta, donde las preguntas tienen sus objetivos según se trate de una encuesta descriptiva o explicativa.
Las encuestas pueden darle seguimiento a las personas en el tiempo con lo cual pueden desarrollarse estudios de tendencias de comportamientos.
Como estamos en elecciones, en el período preelectoral que inició en la práctica en el 2016, nos empiezan a entusiasmar las encuestas que empiezan a aparecer sobre el panorama electoral costarricense, sus partidos, sus precandidatos y candidatos, las opiniones que de ellos tienen los encuestados, a favor o en contra, las intenciones de voto de los encuestados hacia partidos o personas, sobre gobierno y sus autoridades.
Con todo ello vamos formando nuestras propias valoraciones y análisis del comportamiento probable y futuro de los electores. Y con ello casi se va consolidando una decisión de voto, que es lo que me interesa comentar.

Retratan un momento
Lo definitivo es que la encuesta es un retrato del momento en que se hace, y que esa realidad puede cambiar de la misma forma como si se hiciera un día después otro retrato de la misma situación, evento, fenómeno o de una persona.
Las encuestas las pueden hacer casas encuestadoras, por su propia iniciativa, o a solicitud de parte interesada.
Si es por parte de la propia casa encuestadora ella puede escoger los elementos de la encuesta, puede decidir sobre cuales precandidatos, candidatos o partidos consulta, y escoger sobre cuales funcionarios públicos consulta.
Sobre los que no consulta puede dejar el margen de respuesta de la persona para que diga “otros”, si no encuentra el partido o la persona o candidato que desearía darle su respuesta. De esta manera la casa encuestadora se lava las manos.
Bien puede tener una pregunta abierta, que tiene que ver con la cultura e información del encuestado, para que él diga partido, precandidatos, candidato o persona que es de su interés destacar, o sobre temas.
También la casa encuestadora puede montar encuestas arregladas, que funcionan como un tren, donde en cada vagón van paquetes o temas de preguntas, que generalmente se venden, en paquete o por vagones, a los interesados, en el resultado de la encuesta. Igualmente, los interesados pueden pagar preguntas específicas y solo a ese resultado tienen derecho de conocer una vez hecha la encuestas.
Y, están, por supuesto, las encuestas especialmente contratadas por un interesado, partido, precandidato o candidato, para saber como marcha él en relación a los otros. Aquí puede ocurrir el riesgo de preguntar lo que el interesado desearía oír, y con ello auto engañarse frente a la realidad misma. Generalmente, alrededor de los candidatos, precandidatos y partidos hay muchas personas que les gusta quemar incienso, o chirraca, a estos candidatos y precandidatos, y decirles lo que les gusta oír. Son bichos verdaderamente peligros y dañinos en la vida interna electoral, porque distorsionan todo en interés de quedar ellos bien. Y, hay candidatos y precandidatos que les gusta que les echen olores, aún cuando quienes lo hacen se tapan la nariz, y les entonen cantos de sirenas.
Este es el ambientillo que empieza a rodear a todos los partidos políticos y sus posibles precandidatos y candidatos desde hace ya unas cuantas semanas.
Por eso hemos visto y leído ya varias encuestas, contradictorias entre ellas, por las mismas razones. Porque en encuestas hay una máxima sabia: una encuesta mata otra encuesta.
De esta manera un partido, o un precandidato o candidato, que sale mal en una encuesta, debe correr a realizar, por su cuenta, otra que neutralice aquel resultado. En política esto es absolutamente válido y así funciona la realidad política y electoral.
Ni los institutos académicos, considerados neutrales por ello, escapan a la realidad de las preferencias subjetivas o concientes, de quienes diseñan las encuestas.
Dos anécdotas en este sentido. Estábamos en las elecciones de 1997. Yo era candidato presidencial de Fuerza Democrática. Teníamos el local en el Paseo Colón, contiguo a una pizzería. Un día, a la hora de almuerzo fuimos a comer a la pizzería y en la esquina había un grupo de jóvenes realizando una encuesta política de calle sobre el momento electoral. Me aplicaron la encuesta y cuando atendí la pregunta de por quien iba a votar, y dije que por Vladimir de la Cruz, este candidato no estaba en la pregunta. El muchacho se sorprendió. Insistí. No había manera de ponerlo. Llamó al “jefe” que andaba con ellos. No me conocía. Le pregunté de donde era la encuesta. Me dijo de la Universidad de Costa Rica. Al final el “jefe” ordenó poner mi respuesta en “otros” candidatos, casilla que en ese momento no tenían elaborada en el custionario.
Frente a otra casa encuestadora, me dirigí a sus “dueños” sobre la ausencia de mi nombre entre los candidatos, y la respuesta fue simple: hay que pagar, y me dijeron la suma, para estar en esa lista.
Estas situaciones probablemente hoy las sufran otros precandidatos, candidatos y partidos políticos. Esta realidad quizá del todo en casi nada haya cambiado hoy.
Si técnicamente el universo de los encuestados no es bien definido, y bien atendido, puede suceder lo que resultó en Inglaterra con el Brexit, el Referéndum en Colombia sobre el Tratado de la Paz y la cesación de la guerra interna, o en las elecciones de Estados Unidos con Trump.
Lo único real en encuestas electorales es la que se realiza el mismo día de la elección.

Yo no veo tragedia
De las últimas encuestas que se han publicado, muy parecidas todas ellas a encuestas similares de períodos preelectorales anteriores, en general todas se pronuncian por asegurar y afirmar que hay un 70% de personas que no tienen afiliación política definida hoy.
Este porcentaje del 70% se ve como una tragedia a estas alturas y con ello se predice una debacle para febrero del 2018. A mí me parece que este dato no tiene por ahora mayor importancia. Veamos.
1.- En Costa Rica no hay vida partidaria activa. Los partidos políticos no tienen vida diaria. Salvo excepciones, como los partidos Liberación Nacional, Acción Ciudadana y el Frente Amplio que tienen edificio o local permanente, el resto de los partidos políticos lo que tienen es una oficina de referencia de su existencia. Hasta ahora empiezan a alquilar locales para atraer y organizar a sus adherentes y simpatizantes.
En estos locales tampoco se lleva a cabo una vida intensa de actividades de debates, conferencias, formación política, de reclutamiento.
2.- Los partidos políticos en el país funcionan casi exclusivamente para procesos electorales. No hay alrededor de ellos una militancia activa en comités, células u otros organismos alrededor de los cuales las personas de estos partidos conozcan, discutan y compartan sus fundamentos teóricos políticos, sus políticas legislativas y de gobierno cuando son partido gobernante.
3.- Las personas que contribuyen económicamente, mes a mes, para la existencia de estos partidos lo hace para mantener su local, sus funcionarios, su estructura organizativa básica. Excepcionalmente estos “financistas” son activistas o dirigentes del partido. Algunos pagan para que existan esos activistas o dirigentes, y para que se mantengan vivas las ideas y valores de esos partidos.
4.- Los partidos políticos en el país al no tener una vida activa tampoco tienen un nivel de agitación organizativa política, fuera de los períodos electorales en función de su propia vida partidaria. Basta ver los partidos con representación legislativa, ¿cuándo han hecho alguna manifestación de sus partidarios, miembros de sus partidos, a la Asamblea Legislativa para apoyar a sus diputados en sus proyectos de ley? ¿O, a la Casa Presidencial a apoyar o criticar decisiones del Ejecutivo Nacional? Prácticamente nunca. Las movilizaciones que se hacen, en este sentido, por otros grupos organizados, como sindicatos y otros sectores sociales, no pueden verse hoy como parte del haber de estos partidos. Los únicos partidos que se movilizan partidariamente son los de izquierda el día Primero de Mayo, día internacional de la clase trabajadora.

No hay por qué asustarse

5.- El 70% de la gente que aún no tiene definición partidaria, con miras al 2018, es válido, y tiene que ver más con la expectativa de cómo se va formando el panorama electoral para ir tomando decisiones definitivas, para ir puliendo el criterio con el cual cada ciudadano terminará dándole el voto al partido o candidato de su preferencia.
No es para alarmarse que salga este resultado en las encuestas, es la realidad política del país. Lo que más refleja es el compromiso militante de los ciudadanos, no su indecisión de ir a votar. No tener partidos ni candidato hoy no significa que no se vaya a votar. En esas mismas encuestas se recogen opiniones porcentuales de identificación con determinados partidos. Probablemente son sus activos básicos.
6.- Nunca, desde 1953, ningún proceso electoral nacional ha llegado a tener un abstencionismo del 70%. El promedio nacional del abstencionismo histórico desde 1953 hasta el 2014 anda en el promedio del 24%, lo que significaría que en este promedio el 76% de la población electoral tiene decisión política, que la muestra el día de las votaciones. Y, de los últimos procesos electorales, igualmente, donde el abstencionismo ha rebasado el 30% y ha llegado al 34%, del mismo modo, significa que al menos 66% de los ciudadanos tienen decisión política, que la muestran el día que votan.
7.- Ninguna encuesta puede definir el 100% del universo encuestado a favor de un candidato o partido.
8.- El abstencionismo histórico del país, en los procesos electorales, no significa que se rechace a todos los partidos y sus candidatos. Estos abstencionistas tan solo se abstienen de votar porque ninguno de los partidos y sus candidatos altera su confort, su comodidad política, económica o social, y cualquiera que gane significa para estos abstencionistas alguna posibilidad, como esperanza o ilusión, de mejora, y porque tampoco se siente convocado a participar con ningún partido porque ningún partido le ha provocado en su existencia, entre elección y elección, algún grado de interés, de compromiso y de identificación partidaria.
Si los abstencionistas son perdedores, en el proceso electoral no tienen nada que perder adicionalmente. Juegan, como en una ruleta, a ganar sin participar directamente.
El voto abstencionista antisistema, antipartidos y anticandidatos es el que se ejecuta en la urna electoral el día de las elecciones cuando el ciudadano asiste a emitir su voto, y lo hace concientemente anulando el voto, o votando en blanco, porque ninguno de los partidos y candidatos de las papeletas es de su agrado. Lamentablemente este voto no tiene ningún valor efectivo, no cuenta para nada. Si este voto se tomara en cuenta, en una casilla especial para emitirlo, como un voto válidamente emitido, y tuviera valor porcentual en el resultado final, entonces sí tendría peso y podría decidir elecciones.
Hasta podría hacerse convocatoria para no votar a favor de ningún partido o candidato con tal de que no se alcanzase el 40% de los votos para tener resultado, y hasta para rechazar a todos si ese 70% de las encuestas fuera real en este sentido, obligando a una nueva convocatoria electoral. Pero el sistema electoral nuestro no esta hecho para eso. Esta hecho para que se produzca resultado positivo electoral con cualquier resultado de votos que haya. Por eso también en la segunda ronda el ganador triunfa por simple mayoría. Aquí ya no opera ni siquiera el 40% de los votos válidamente emitidos que se exigen en la primera vuelta.
9.- En el proceso electoral en marcha hay una encuesta de la realidad que imponen los medios de comunicación, cuando desde sus informaciones escogen los partidos, los precandidatos y candidatos de preferencia informativa, discriminando, invisibilizando y anulando la presencia de los otros.
10.- Desde 1953, en los 16 procesos electorales que han habido, todos, excepto dos, el del 2002 y el 2014, se ganaron con más del 40% de votos a favor de un partido y candidato, aunque se haya raspado la olla.
¿Por qué no pensar que el próximo proceso se va a definir en la primera ronda de igual manera que la mayoría de las campañas electorales anteriores?
La segunda vuelta como posibilidad existe, y ya se ha dado. En mi opinión la segunda vuelta tiende más a definirse en enero del 2018 que hoy. Por ahora todos los partidos trabajan para ganar en febrero y no en abril. Aquel partido que esté pensando que va a ir a pelear en la segunda vuelta, y que formará parte de esa papeleta, ya es un partido perdedor.
Lo que va a influir en el triunfo en febrero es el candidato de cada partido, el programa o plan de gobierno que ofrezca con credibilidad, y la escogencia táctica de sus contrincantes electorales.