Edgar Fonseca M., editor PuroPeriodismo.com
Al fundador del PAC le hicieron creer que lo iban a hacer presidente de la Asamblea Legislativa en el estertor de esta administración… y se confió.
Una sorprendente candidatura suya en un exótico coctel que mezclaba ingredientes e intereses izquierdosos, libertarios, socialcristianos…, ¡válganos Dios!
El súbito acercamiento, con fuerzas tan dispares, de un político que ha pagado muy caro su feroz ataque a este gobierno por su maridaje con el extremismo gremialista, naufragó en el oleaje de un nuevo “Mayo negro”, en un mercado persa multipartidista.
¿A quién se le ocurría pensar que los extremistas iban a votar, unánimes, por su “enemigo de clase”?
¿A quién se le ocurría pensar que iba a ser tan fácil convencerlos de aplicarle vía rápida legislativa al despelote de los pluses sindicales, como lo pretendía el frustrado aspirante?
O que, ¡santo cielo!, ¿iban a echarle “la firmita” a la eterna reforma pendiente al esclerótico reglamento legislativo?
Si, han pasado ya ocho años, casi dos administraciones, y no ha sido posible hacerlos entrar en razón en tanta causa crítica para el país, ¿a quién, en su sano juicio político, se le ocurría pensar que la tarde de este histórico primero de mayo del 2017 iban a ser solo paz y concordia?
¿Quién creyó que Liberación, en un año crucial, iba servirle en bandeja el directorio a su “enemigo de sangre”?
¿Por qué tanta candorosidad política?
Sucedió lo que tenía que pasar.
Hasta el mediodía de ese “lunes negro”, el oficialismo daba por descontados los 29 votos. Y se los contaba y susurraba, como en canción de cuna, a su dulce encanto.
Pero son ya muchas, y muy cruentas, las lecciones que han dejado a lo largo del tiempo las tormentosas elecciones de directorio, en las que nada está dicho hasta que se cuenten los votos.
O, como en el presente episodio, hasta que se sostengan los “amarres”.
Y el “amarre” gobiernista-extremista hizo aguas.
Hubo motín a bordo y el candidato quedó a la deriva. Atado a su suerte, como lo decidieron desde el cucurucho de esta administración desde el primer día.
Se consumaba, así, una de las mayores traiciones políticas recientes.
Y Liberación, que anda de cacería en estos “tiempos de cólera electoral”, pero sin arrestos para copar el directorio, hizo “mesa gallega” al imponer a su ungido, contra quien llueven rayos y centellas, y a quien poco falta para que llevemos a la hoguera en Matagalpa… por ser pastor evangélico.
“¡Ticos viscerales!”, nos espetaría, con justa razón, su Santidad Francisco, heraldo del abrazo, del perdón y de la reconciliación entre hermanos.
Punto final– Arriesgada apuesta del comando de Álvarez Desanti. Apuntan, más allá del reducto verdiblanco, a la nada despreciable cuota electoral del voto cristiano para el próximo cuatro de febrero. Están más que claros que ni con el figuerismo, ahora de “hinojos a sus pies”, les alcanza para ganar en primera vuelta. Pero corren el riesgo de alienar otras lealtades.
… El cáncer estalinista corroe las entrañas de la izquierda tica.
¡Y, para este mal, no hay cura!