Edgar Fonseca, editor
¿Qué razones extraordinarias llevaron a la Fiscalía y al OIJ a ejecutar las fulminantes acciones de las últimas horas y mandar a prisión al protagonista clave del mayor escándalo político-financiero de tiempos recientes y a ejecutivos bancarios ligados a los controversiales créditos bajo investigación en el tristemente célebre caso del “cementazo”?
“No hay ningún peligro de fuga”, advirtió uno de los abogados defensores.
Pero, por lo visto, las autoridades prefirieron evitar cualquier sorpresa.
Muy fresca está en la memoria nacional la insólita fuga, el 21 de setiembre de 1999, de dos hermanos chilenos ligados a la quiebra del Banco Anglo en 1994, vinculados por las autoridades a 35 supuestos delitos, por alegados manejos irregulares de $52 millones, en el mayor golpe financiero perpetrado, hasta entonces, en el país.
Los sujetos sospechosos salieron campantes por Paso Canoas, a escasas horas de empezar el juicio en su contra, y la opinión pública quedó indignada ante aquella burla al aparato de justicia y ante la inacción de los cuerpos policiales.
No sorprende, entonces, el cimbronazo de las últimas horas que, aunque tardío, marca un antes y un después en la persecución judicial de un caso que crispa, de nuevo, el ánimo nacional, y no por culpa de la prensa, como ya algunos se apresuran a censurar.
Las tensas escenas, de allanamientos y capturas, hicieron recordar a la opinión pública episodios de los escándalos presidenciales de 2004 que sacudieron los cimientos institucionales pero, a la postre, se convirtieron en prueba de fuego para nuestro estado de derecho que la resistió y superó.
Son trepidantes los mensajes, las señales que se le envían en estas horas a muchos actores en esta historia que parece apenas empezar, que asusta, sorprende y perturba al país.
Quienes fueron a la comisión legislativa investigadora a esquivar la verdad, a zarandear con sus pobres testimonios y argumentos ese necesario ejercicio de control político, deben estar repensando tal conducta tras las contundentes acciones de las autoridades en las últimas horas.
Quienes creyeron burlarse, o salirse con las suyas, o sentirse intocables, las recientes acciones les deben haber hecho poner los pies en la tierra.
Quienes festinaron sus responsabilidades en la función pública, o se prestaron a lo largo del camino y pavimentaron las andanzas del personaje de marras desde todos los estratos de poder, y que, parece, no se percataban de las cuestionables conductas en que incurrían, luego destapadas, deben estar a estas horas midiendo cada paso, deben andar con pies de plomo, ante el riesgo de ser alcanzados, tarde o temprano, por el brazo de la justicia.
Y quienes detentan poder hoy, de efímero paso, deben también estar releyendo con sumo cuidado esos signos implacables que se les manda desde la Fiscalía de que en cualquier momento podrían ser citados a rendir cuentas.
Probablemente sean esos los primeros efectos del súbito giro, en las decisiones de la Fiscalía, que la opinión pública siente y aprueba.
Si así fuere, ya es saludable para la institucionalidad, esta nueva prueba de fuego, este socollón por el que está atravesando.
Excelente artículo