Jorge Corrales, economista
Si una empresa privada no satisface la demanda de sus clientes, simplemente fracasa, termina quebrando, y los recursos que en ella se encuentran son así liberados para que puedan ser usados en cosas que los consumidores sí aprecian. Obviamente, el interés de una empresa debe centrarse en satisfacer qué es lo que sus clientes quieren, para suplirlo según sean sus voluntades. Eso exige que los recursos escasos de una empresa se dediquen a producir lo que se demanda en el mercado. Eso no sucede con instituciones del estado, como es el caso del Instituto Nacional de Aprendizaje (INA): nunca cierra y los recursos allí (mal) utilizados por no tener demanda, siguen sin dedicarse a mejores usos.
El caso del INA parece mostrar que ese criterio elemental de eficiencia –producir aquello que el mercado demanda- no tiene un lugar en sus objetivos. Más bien parece ser producir cosas que la gente no quiere.
Es por eso entendible lo que sucede en esa entidad, cuando se brindan (se producen) carreras que en realidad no son demandadas por los ciudadanos interesados. Esto lo expone La Nación en un informe del 11 de noviembre, titulado “INA mantiene 12 carreras con menos de 10 alumnos: Programas anuales para retratista, guía turístico en historia o impresión flexográfica.” La fuente esencial del medio parece serlo el informe “Modernización de la formación profesional en Costa Rica,” producto interno de la misma institución que lo divulgara recientemente.
Veamos algunos datos interesantes: Mientras que en el 2016, se impartieron 281 carreras en el INA, con 52.911 matrículas (un alumno puede matricularse en más de una), “sólo 15 programas de estudios acumularon el 60% de la matrícula (32.066 alumnos),” siendo la carrera con mayor matrícula -17.661 o sea el 33% del total- “la carrera de Operador de Aplicaciones Ofimáticas” (que en lenguaje no tan eufemístico, es un paquete de paquetes para trabajos en oficinas, tales como Word, Excel o Power Point), sobre lo cual es conocida una oferta amplia del sector privado de la economía.
Para todas las carreras del INA se tiene un promedio de 188 alumnos por carrera, mientras que quince carreras, que incluyen la llamada ofimática, inglés, embarco, asistente administrativo, inspector de inocuidad y auxiliar en empresa agropecuaria, tienen un promedio de 2.138 alumnos por carrera (esto es, poco más del 60% del total de alumnos) y en las 266 restantes carreras que brinda el INA, el promedio es de sólo 78 alumnos por carrera (un poco menos del 40 por ciento del total de alumnos).
Por otra parte, es interesante la información que se presenta de las 7 carreras más apetecidas (ofimática, con 17 611 alumnos; inglés para servicio, 4.646; embarco, 1.570 estudiantes; inglés conversacional, 1.375; asistente administrativo, con 860 alumnos; inspector de inocuidad, 815; y auxiliar administrativo agropecuario, con 716 estudiantes). El promedio de estudiantes en estas 7 carreras es de 3.941.
Todo lo contrario sucede con la información brindada de las 7 carreras menos apetecidas (retratista, con 8 alumnos; artesano para el tratamiento textil, 7; diseñador páginas web, 7 estudiantes; guía de turistas en historia y cultura, 7; instalador de refrigeración y climatización, 7 alumnos; dirección de producción gráfica, 6; e impresión flexográfica, con 5 estudiantes). El promedio de estudiantes en esas siete carreras es de 7.
Mientras que “el INA invierte ₡7.8 millones al año en pago de docentes, instalaciones, equipo, etcétera” para 17. 611 estudiantes (un promedio anual de ₡443 por alumno), para los 5 alumnos de arte para impresión, el monto equivalente es de ₡8.7 millones (un promedio anual de ₡1.740.000 por alumno).
La tristeza adicional viene en palabras del secretario general de los trabajadores del INA, señor Jara, quien dice “Usted llega a algunos centros y da miedo porque no hay estudiantes.” El medio cita al mismo señor Jara, al señalar que “uno de los problemas es que debido a los pocos alumnos que se anotan en las carreras, los docentes contratados terminan haciendo tareas diferentes.”
No hay duda de que en el INA hay un divorcio pleno entre la demanda de personas preparadas que ejerce el aparato productivo nacional, y lo que ofrece esa entidad. No es por falta de recursos y obviamente no se trata, como alguien sugiere por ahí, que si se cierra con un superávit en las finanzas, “eso significa desperdiciar recursos que se pudieron haber aprovechado en la formación.” Se trata no de echar más plata al problema, sino adecuar las ofertas de profesionales con la demanda el mercado. Si sobran recursos se pueden emplear en cosas mejores. Lo contrario es desperdiciarlo en cosas que la sociedad no desea, como son evidentemente los gastos que hoy hace el INA en cuanto a la formación de los trabajadores que de verdad se necesitan.