Vladimir de la Cruz, historiador
Confieso que no le tengo miedo a la muerte. Estoy consciente que desde que nací estoy simultáneamente muriendo y luchando por vivir más.
“…Hace una semana acudí a un centro hospitalario para una cirugía ambulatoria, de cuatro horas de duración, con una sedación leve. Al día siguiente volví al hospital, con una sedación más fuerte, pues se me había abierto una herida de las del día anterior. Los exámenes resultaron normales, la cirugía un éxito, con un obligado reposo de varios días. Mi esposa, médico, y patóloga, amiga de mi parca, ha disputado su lugar y ha cuidado bien de mí, así como los médicos y enfermeras que finamente me han atendido estos días.
Pero, curiosamente, el pasado miércoles, se dejaron decir, en una radioemisora, que me había dado un infarto, lo que provocó, entre las personas que oyeron esa noticia y que me estiman, aprecian y forman parte de mis amistades, su lógica preocupación.
Tal vez algunos que no forman parte de estos círculos de cercanía se alegraron, ¡alegrón de burro!, como dice el refrán, y se debe haber frustrado un fulano, que con motivo de la campaña que sobre mi pensión sobre exagerada en sus montos han hecho, me escribió un email diciendo que “quería matarme con sus propias manos”.
Bueno… a los que se preocuparon, a los que me llamaron personalmente, a los que me hicieron llegar sus buenos pensamientos, a los religiosamente también me ofrecieron sus pensamientos y me encomendaron, como me lo han dicho, al Ser Superior en el que creen, a los que me enviaron sus bendiciones y pidieron bendiciones por mí, a todos, muchas gracias por las muestras de sus afectos, buenas intenciones y deseos, y por el cariño y afecto expresado”.
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