Edwin Arguedas, periodista MBA
Durante los últimos años, la sociedad costarricense ha manifestado cada vez con mayor fuerza una reticencia hacia el voto. Por las calles, en los medios de comunicación y en los hogares se escuchan con frecuencia preguntas como: ¿Debemos votar? ¿Por quién votar? Si ningún candidato me convence, ¿para qué entonces debo presentarme a las urnas?
El desencanto hacia la política es probablemente uno de los factores que inciden en este fenómeno que, por supuesto, está ligado a la falta de resultados concretos: la inseguridad crece y agobia a la población, la crisis fiscal no se soluciona y todavía tenemos una pobre infraestructura.
A pesar de ello, hay muchas razones para ejercer el voto. La elección empodera a los votantes y los hace responsables de su propio futuro. No se trata solo de una oportunidad de oro para apoyar a un candidato e inclinarse por una forma de trabajo o ideología, sino que también le permite a los electores respaldar los instrumentos que ofrece la democracia para tomar las decisiones colectivas que les atañen.
Lo que ocurre en las escuelas y colegios del país, el 4 de febrero cada cuatro años, está en las manos de todos los costarricenses y eso es lo que determina la calidad de la votación. Es una fiesta democrática porque incluye la participación de los fiscales de mesa, de guías, de entusiastas miembros de partidos, de niños y jóvenes; se trata además de un evento ciudadano que apoya a ese enorme esfuerzo del Tribunal Supremo de Elecciones por garantizar la participación de todos los electores y ofrecer total transparencia.
No hay otra forma de verlo: Cuando todos hacemos lo que nos corresponde, las elecciones tienen que funcionar; cuando cada quien empuja el carro desde su sitio y con constancia, éste tiende a moverse. Si no participamos, como en todos los ámbitos de la vida, los espacios que no ocupemos o despreciemos serán llenados por otros que tal vez no representen su forma de pensar o el modelo de desarrollo que quiere para el país.
Quizá usted tiene miedo de votar porque aún no sabe por quién. Quizá tema equivocarse. Tal vez le tiene miedo a enfrentar esa responsabilidad en un momento tan crítico para el país. Es probable también que ningún candidato lo satisfaga completamente, pero al analizar, pensar, ponderar y leer, es posible que pueda escoger al que se acerca más a sus propias ideas, pensamientos y deseos.
Quizá es mejor tener un temor que lo ayude a tomar una decisión racional, bien pensada, que solo dejarse llevar por el fervor de proyectos que dan ilusión pero que no tienen un cimiento firme o no muestran suficiente claridad. En diversas escalas, ya hay varios ejemplos: una Cataluña independiente, una América grande de nuevo y una gran nación bolivariana.