Vladimir de la Cruz, analista
La Semana Santa, como ritual católico, dispersa al electorado. La Segunda vuelta tendrá, siguiendo la experiencia de las dos anteriores, mayor grado de abstencionismo, pero no tendrá menos feligreses cristianos no católicos votando. La Semana Santa, en la práctica, desmoviliza a los católicos, no así a los cristianos no católicos.
La Semana Santa será como el Caballlo de Troya de los cristianos no católicos para asaltar el Gobierno de la República.
Y, después, seguirán las elecciones municipales del 2020, para empezar a dominar los gobiernos locales.
Dada la importancia y relevancia política de las elecciones, que caen el Domingo de Resurrección, ¿habrá posibilidad de atrasar su celebración una semana? Religiosamente no tengo respuesta, pero es un problema de Estado, de necesidad política.
¿El peligro de la llegada del Partido Restauración Nacional al gobierno de la República abrirá, o sentará las bases, para la irlandización de Costa Rica? ¿Estaremos en ciernes de un conflicto de protestantes y católicos?
La lucha y las banderas por los temas de la familia, el matrimonio, la defensa de la vida, entre otros, tan solo son parte del proceso de fagotización del resto de la sociedad nacional que se inicia con la posible llegada de este grupo de fundamentalistas cristianos al Poder Ejecutivo Nacional.
Advertidos debemos de estar. Pero, así también debemos de actuar. Las elecciones de la Segunda Vuelta son una responsabilidad política, cívica, ciudadana de todos los costarricenses. El Derecho de elegir debe ejercitarse, pero el Deber de saber escoger lo que más le conviene al país también debe materializarse con ese voto. ¡Cuanta falta hace un Monseñor Víctor Manuel Sanaría Martínez!
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