La soga al cuello…

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Edgar Fonseca, editor

Las opciones para los votantes este primero de abril en las urnas son diáfanas: darle inmerecida continuidad al gobiernismo o aventurarse por los exóticos senderos del evangelismo político.

No hay vuelta de hoja.

Pero viendo y escuchando al candidato gobiernista, cerrado en su cuadrículo ideológico populista, estatista, la única duda que queda es por cuánto margen desea se marque la diferencia en su contra esa noche de Domingo de Resurrección.

Mientras APM Terminals anuncia la llegada a Moín de las megagrúas que ponen en la vitrina mundial las operaciones portuarias del país, mientras Microsoft le hace un guiño a los candidatos para que no espanten la inversión internacional –entiéndase generar más y más empleos–, y mientras multinacionales, como Bayer, ratifican su apuesta de consolidar sus operaciones desde aquí, el candidato oficialista dice no a más apertura comercial.

Regaña a los industriales. Y promete enterrar la adhesión a la Alianza del Pacífico que este gobierno, en su extravío ideológico, engavetó.

Y se cierra a más apertura eléctrica, pese a que crece la competencia en el área donde ya nos saca ventaja hasta el corrupto régimen vecino con sus promiscuos coqueteos con los empresarios locales y extranjeros.

Y no termina de ponerse de acuerdo con sus propios de cómo enfrentar con seriedad el despeñadero fiscal en que nos deja esta administración.

Las encuestas no mienten.

A estas alturas, la diferencia entre uno y otro candidato, ronda los 15 puntos.

Un aspirante con el lastre de cuatro zigzagueantes años de incertidumbre fiscal, debería ser más pragmático, escuchar planteamientos, valorarlos y no rechazarlos ad portas.

Cuando más generación de empleos se necesita, cuando de más inversión directa extranjera anda urgido el país, cuando de más apertura se requiere en tiempos en que el vecindario corre raudo tras ella, el pretendiente oficialista se ciega, y desperdicia la oportunidades de generar un mínimo de confianza con el votante.

Nadie se extrañe entonces, si la diferencia del primer domingo de abril se ensancha más allá de los pronósticos

No solo está de por medio el abstencionismo de los días santos, o lo exótico de un predicador elevado a los altares de la política, sino que la misma estrategia gobiernista y el lastre de estos cuatro años perdidos, en cuanto apertura se refiere, conspiran para que una segunda administración consecutiva del PAC se haga, sin merecimiento, realidad.