Edgar Fonseca, editor
Debe sentirse tranquilo el presidente electo con los dotes de la mayoría de colaboradores del gabinete que escogió.
La dignidad de un Rodolfo Méndez que, hace un alto en el camino, se arrolla las mangas, se pone las botas, y se alista a renovar la derruida infraestructura nacional.
El atrevimiento de un Rodolfo Piza, que se juega su fortuna política -como se la juega el mismo gobernante–.
El tesón de una Edna Camacho de lanzarse a la aventura de salvar al país del descalabro económico en que lo deja el primer gobierno PAC.
Unos y otros son distinguidas figuras de nuestra vida pública que se arriman, imagino, no con cierto recelo, a las aguas de un gobierno “nacional” al tenor de un llamado, impregnado de pragmatismo, del joven gobernante electo.
Puede estar tranquilo el mandatario que estas y otras personalidades a las que convocó generan la confianza que al país se le va a conducir con sensatez, sobre todo ante los riesgos económicos.
Pero debe estar sobreaviso, y listo a repeler a quienes le cobren, tarde o temprano, esta apuesta suya que le acerca a lumbreras de corte liberal, que tienen en la apertura y en la competitividad las claves del desarrollo. Una apuesta que, aparentemente, lo aleja del PAC de las catacumbas populistas.
Sabrá que desde esas entrañas le cobrarán, como “traición”, aliarse a gentes de un pensamiento diametralmente opuesto al de los postulados partidarios y de algunos de sus correligionarios.
Y se expondrá a ser sujeto de chantajes y extorsiones por eso que parece ser un viraje crítico suyo hacia perspectivas y horizontes menos atados a los evangelios estatistas.
Se lo cobrarán, también, los dirigentes gremiales que no están dispuestos a ceder un ápice de sus privilegios, a pesar de la turbulencia fiscal, y que ya le mandaron un primer aviso.
Por ahí sí debe estar preocupado el presidente, cuando la sintonía y la sinfonía que, en la luna de miel de estas horas, parecen evidenciar las designaciones anunciadas, se vean desafiadas por las amenazas e imposiciones sectoriales, que tanto daño le causan a este país.
Punto final- Y debe tener mucho cuidado de no dilapidar de buenas a primeras, como su predecesor, el capital político con que parte su mandato, y no convertirse en rehén de sus ahora “compañeros de viaje” del Frente Amplio.