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“Después de casi 40 años, aquel joven que inicialmente conquistó el poder por las armas ahora trata de mantenerlo a través de ellas, en medio de las protestas populares que estallaron en las calles nicaragüenses en abril pasado. Ortega ha ordenado matar y lo seguirá haciendo para conservar la silla presidencial. Carente de la mística revolucionaria que una vez lo rodeó, ahora solo le quedan la represión o la claudicación”, dice la disidente cubana Yoani Sánchez, editora del sitio 14ymedio.com en un análisis de la rebelión cívica que estremece a Nicaragua y al régimen de Daniel Ortega.
Para agravar su soledad internacional, el antiguo aliado y mentor lleva casi dos años muerto y La Habana no cuenta con aquellos abultados subsidios de antaño que le permitieron desplegar tropas en otros países. Pero los medios oficiales son un reducto de apoyo al orteguismo y de vez en cuando, en alguna vetusta emisora radial, se escucha sobre la “soga con cebo” que se partió en Nicaragua, afirma Sánchez.
Hoy la mayoría de los cubanos, culpables en parte de aquel espejismo convertido en satrapía, callan, miran hacia otro lado o sueñan con alcanzar otras geografías, ahora no para extender la utopía sino para escapar de ella, advierte.
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