Edgar Fonseca, editor/Foto Twitter
“No hay claridad hacia dónde vamos. No existe una hoja de ruta clara, con metas y objetivos, plazos y compromisos de productos concretos”, advierte el sociólogo José Alberto Rodríguez, presidente de la firma de investigación social Demoscopía en un balance de los primeros 100 días de la administración del presidente Carlos Alvarado.
El país quiere ver una hoja de ruta
-¿Cuáles son sus tres principales conclusiones sobre los primeros 100 días de la administración del presidente Alvarado?
-Sobre los primeros 100 días, aún persiste una nebulosa. Todo pareciera estar enfocado en la reforma fiscal, del resto, solo algunos anuncios de acción en el MOPT. No hay claridad hacia dónde vamos. No existe una hoja de ruta clara, con metas y objetivos, plazos y compromisos de productos concretos. Que el presidente nos diga que está trabajando mucho, no marca ninguna distinción, para eso están en el cargo. Los costarricense quisiéramos escuchar y leer ese plan de acción y hoja de ruta.
Por ejemplo, aún no hemos escuchado cuál es la política a seguir en el campo de las relaciones internacionales y si tal política, involucra el campo económico del país. Esa carencia de “hacia dónde vamos, cuándo y cómo vamos a llegar” es común al resto de los ministerios.
Sobre la reforma fiscal, el Ministerio de Hacienda ha tenido un mayor protagonismo, pero su lenguaje, más que crear confianza y optimismo, genera pesimismo en la población general del país. Han sido incapaces de comunicar la dimensión positiva de una reforma fiscal, en qué grado y cómo beneficiará la capacidad productiva del país, cómo el ciudadano se verá favorecido. Ante tal carencia de información, lo lógico es que crezca la desconfianza, el temor a invertir, el pesimismo sobre el futuro que nos espera. El Ministro de Comunicación pareciera no existir, incapaz de orquestar una estrategia de información, o , quizás no lo han tomada en cuenta.
-¿Ve algún logro clave a lo largo del periodo?
-Los logros clave los podemos visualizar en los planes de acción, las metas y objetivos definidos, puestos en marcha. Al desconocer tales planes estratégicos, hacia el futuro nos es muy difícil visualizar. Claro que muchos deseamos grandes acciones y productos, pero una cosa es la esperanza y otras las realidades.
No se les ve plan estratégico
-¿Cuál observa como la mayor debilidad en la gestión?
-La principal debilidad de la gestión es que no existe un plan estratégico (o al menos desconocemos de su existencia). Están trabajando, pero sobre qué y cómo.
Esperamos que no se contagien del “síndrome de Francisco”, cartas y textos muy bellos, pero no podemos visualizar la Iglesia Católica, al final de su papado. Este gobierno necesita decirnos a que se compromete y cuál será el país que dejaran dentro de cuatro años, menos 100 días.
La “unidad nacional”, un slogan, nada más
-¿Responde a la propuesta de ser un gobierno de “unidad nacional”?
-El gran problema de este slogan, es que nadie lo ha conceptualizado, qué es eso de “unidad nacional”. El hecho que haya algunos ministros provenientes de otros partidos, no es un elemento de unidad. La “unidad nacional” tiene más vinculación con los temas de la apertura a una educación de calidad, disminuir seriamente la brecha social, funcionalizar el sistema administrativo del Estado, abrir el mercado de la energía eléctrica, explotar nuestras fuentes de energía, quebrar los proteccionismos de la nomenclatura Estatal, favorecer la inversión privada y generar empleo, crear oportunidades y calidad de vida, mejorar la infraestructura del país. La unidad nacional se logra con beneficios para las grandes mayorías, con el desarrollo, si no hay de todo ello, la expresión es un romanticismo, carente de realidad.
-Tras este periodo, ¿cuál cree es el mayor desafío que encara este gobierno?
-Trabajar pensando y pensando con trabajo. Definir metas, propósitos y objetivos, definir plazos de ejecución, comunicar e involucrar al país, contagiar de optimismo a los ciudadanos sobre proyectos de mejoramiento. El gobierno debe crear y desarrollar sobre una dimensión de racionalidad, sin despreciar la emotividad. La emotividad del optimismo es fundamental, la norma histórica de los gobiernos anteriores ha sido, “una muy limitada racionalidad y una ausencia de emotividad”.
Esperamos de este gobierno que no repita patrones”.