Edgar Fonseca, editor
La Federación Costarricense de Fútbol cierra el año con una mayúscula cadena de fracasos que intensifica la inquietud pública sobre la conducción y visión desde el órgano rector del deporte nacional de masas.
- Calamitoso desempeño –entiéndase fracaso– de la Selección Nacional en el Mundial Rusia 2018, sin que hasta ahora tenga cuentas claras la opinión pública de las razones de tal descalabro de competición en tan solo un cuatrienio.
- Fracaso en la aspiración de la Selección Femenina al Mundial de Francia.
- Ridículo de la Selección Sub-20 en la eliminatoria al Mundial de Polonia.
- Fracaso en la renovación del cuestionado cuerpo de arbitraje del fútbol local de primera división. Nunca antes estuvo tan en entredicho el desempeño de los silbateros, no solo por palmarios errores de apreciación y de sentido común en muchas de sus decisiones en los campos de juego, sino porque todo ello se vivió bajo una seudoreorganización contratada y de cuyo costo ronda el misterio.
La lista, ampliada, la deben tener los dirigentes de quienes se esperaría una reacción ante el grave retroceso que evidencia la participación de los combinados nacionales en diferentes competiciones internacionales.
Pero, tememos, imperará el silencio ante los cuestionamientos que se multiplican sobre el manejo y el rumbo del deporte pasión nacional.
¿Por qué no hacen públicos los informes que los responsables de tales fracasos debieron haber suministrado tras cada revés?
¿Por qué guardan como en un fortín las razones técnicas, profesionales, que cada uno de ellos debe haber rendido porque las evidencias participativas públicas han sido exiguas, según lo visto a lo largo de estos meses y años?
¿A qué arreglos se llegaron con todos esos cuerpos técnicos que no rindieron conforme lo esperado y lo contratado?
¿Cuál es el costo, en fin, para las arcas federativas de esta cadena de desaciertos?
¿No es hora de una renovación profunda de esos equipos técnicos incrustados a pesar de sus paupérrimos desempeños?
¿Una nueva era?-Tras el decepcionante paso por el Mundial de Rusia, y tras un tortuoso proceso de escogencia de nuevo técnico, la Fedefutbol se inclinó, contra viento y marea, por un estratega proveniente de la multimillonaria liga mexicana.
¿Cuál es el monto de lo negociado en este caso para el cuatrienio venidero? ¿Cuál sería el costo de una súbita rescisión de su contrato, tan de curso en las relaciones con los entrenadores? ¿Cuál sería el costo a las arcas federativas de este nuevo capítulo? ¿No tiene derecho la opinión pública a que la dirigencia federativa aclare estas y demás interrogantes?
Finalmente, ¿no es este el momento propicio para una renovación radical en esas estructuras federativas, empezando por su cúpula?
Punto final-Ahora que el episodio del máximo exjerarca federativo –involucrado, para deshonra del país, en el mayor escándalo mundial en la historia del fútbol– se dilucidó con una magnánima sentencia, resurgen dudas por el hermetismo que campeó salvo que la Fiscalía General impida que dicho caso, en lo que atañe al ámbito local, se vaya a pique.