Edgar Fonseca, editor
Sus chispeantes ojos azules y su impecable memoria jamás olvidarán aquel domingo 22 de marzo de 1953 cuando entró triunfante al viejo Estadio Nacional como ganador de la temida etapa en bicicleta, Puntarenas-San José, con un tiempo de 6:01.
Rompió el récord existente y fue recibido como un héroe en el desaparecido estadio, en medio de un trepidante juego de fútbol.
No había carretera a Puntarenas. La vía pavimentada llegaba hasta San Ramón y la Cuesta de Cambronero era de puro lastre y tierra abierta. La entrada de La Angostura al puerto, pura arena. A Puntarenas solo se viajaba en tren.
La vuelta por tierra constaba de dos etapas, ida y regreso. Y él se escapó en el retorno, del resto de competidores, unos 30, en su bicicleta Peugeot, aquella mañana de aquel domingo cuando subía Cambronero, recuerda don Francisco Pajarito Bermúdez Naranjo al rememorar con nítida lucidez –a sus 85 años– aquellas hazañas suyas como pionero del ciclismo nacional que lo llevaron a ser calificado como el más brillante ciclista nacional de relieve internacional en la década de los cincuenta.
El escalador que volaba
Corrió y triunfó en El Salvador. Fue el mejor tico en la vuelta cuscatleca en las Fiestas Agostinas en 1953.
La demostración de sorprendente escalador en la prueba San José-Puntarenas-San José, le permitió a Francisco “Pajarito” Bermúdez, integrar el seleccionado de Costa Rica que participaría en el Festival Deportivo de las Fiestas Agostinas de El Salvador, a efectuarse del 2 al 5 de agosto de 1953, reseña el sitio El Desamparadeño.
Corrió en los Segundos Juegos Deportivos Panamericanos México 55, en la Ciudad Universitaria Mexicana del 12 al 26 de marzo de 1955.
Don Francisco compitió en la prueba de gran fondo de 175 kms, alrededor de la Ciudad Universitaria de México, y ocupó el puesto 16 entre 75 participantes, detalla dicho sitio.
Corrió y triunfó en Guatemala.
Corrió en Puerto Rico, cuando los aviones partían de La Sabana hacia Miami, porque no existía el Santamaría.
En 1954 fue designado subcampeón nacional de fondo por la Junta Nacional de Ciclismo.
El Círculo de Cronistas y Locutores Deportivos lo eligió como el mejor deportista del año.
Hoy a sus 85 años, nació un viernes 26 de enero de 1934 a las 6:30 de la mañana en San Antonio de Desamparados, se mantiene en perfectas condiciones, entero como un guayacán y dispuesto a vencer el ocio, día a día, en la pasión de su vida, un pequeño taller de ebanistería y de mecánica en su hogar en Patarrá, rodeado de verdes cerros, donde me atiende la radiante mañana de este sábado 24 de noviembre, junto a la gran ilusión de su vida, su señora y sus hijos.
¿Y cómo nació su aguijón por el ciclismo?
Quizá su secreto mejor guardado.
Futbolista en sus inicios de los equipos Deportivo Luis Castro y el Sporting Café de San Antonio, para un encuentro pactado en Pérez Zeledón, decidió hacer el viaje hasta el Valle del General en bicicleta en lugar de ir en “cazadora” como se conocían a los buses.
Ese trayecto de 130 kms –relata El Desamparadeño– sobre una rústica carretera de lastre recién trazada, con una irregular topografía que oscilaba entre lo plano de Cañón, lo empinado del Cerro Buena Vista y lo descendente y escabroso del poblado de La Ese, además de las variaciones en el clima, pasando de lo tibio de Desamparados, lo glacial y embarrialado del Cerro de la Muerte, a lo caliente y polvoriento del Valle de General, culminaba en el viejo templo católico, forrado con láminas de metal y pintado de color ladrillo, que servía de vigilante de la desgastada plaza central de San Isidro, que en 1920 hizo realidad el benefactor generaleño Juan Valverde Tenorio.
Tan inusual desplazamiento en bicicleta –añade el sitio– detectó en Francisco Bermúdez las condiciones de intrépido velocista y descollante escalador, que lo llevarían a convertirse en la década de 1950 en el más brillante ciclista de relieve internacional de Costa Rica.