Edgar Fonseca, editor/ Foto El Nuevo Diario, Managua
Francisco Chévez creció entre cañaverales, en el seno de una familia pobre, pero trabajadora. “El dinero se gana con sudor”, le decían sus padres.
A los 14 años migró hacia Costa Rica en busca de mejores salarios, y encontró oportunidades que le permitieron pasar de cortador de caña y café a empresario. Hoy es propietario de dos constructoras que facturan hasta US$5 millones anuales, también es propietario de una microfinanciera, destaca un informe de El Nuevo Diario de Managua.
Chévez estuvo en Nicaragua invitado por el Programa Nacional de Cultura “Leer es Vivir”, que lo galardonó como “Emprendedor de Excelencia Platinum” y él compartió con los niños de excelencia académica su historia de esfuerzo y trabajo.
–¿Qué encontró en Costa Rica que no pudo hallar en Nicaragua?
-Principalmente, una de las diferencias que hay es que en Costa Rica, además de que se ganaba más, había mucha más estabilidad laboral; pero, en honor a la verdad, también tengo que decir que en su momento lo hacía por diversión y vagancia, y conforme pasaron los años iba y venía. Fui como cuatro o cinco veces como migrante.
-¿Qué lo motivó a migrar cuando tan solo tenía 14 años?
-Yo crecí en el ingenio Monterrosa con cortadores de caña, aprendiendo el oficio. Estudié la primaria en la Escuela Ricardo Morales Avilés y efectivamente a los 14 años decidí emprender el camino de migrante por primera vez y salí rumbo a Costa Rica.
Salí hacia allá, porque tenía compañeros que iban y venían de aquel país y me contaban que allá pagaban mucho mejor a los cortadores de caña y definitivamente dije: yo quiero ir para ganar más. Puesto allá, cortaba caña y también café.
-¿Qué puede decirme del fenómeno migratorio en aquel momento?
-Me fui por primera vez en 1996 y el fenómeno migratorio era poco, puedo decir que estábamos empezando a dejar el país con miras a Costa Rica, algo totalmente diferente a la situación actual cuando la migración se ha disparado en los últimos años y meses.
-¿Cómo logra independizarse?
-En ese viaje ya tuve la oportunidad de trabajar para dos empresas como encargado de obras, y cuando salí de la segunda estuve tres meses desempleado, pero llegó un conocido y me dijo que buscaban un contratista para casas prefabricadas.
Hice la entrevista y así obtuve mi primer trabajo como contratista. Duré 7 años laborando para varias empresas y me di a conocer en el mercado, porque teníamos una mano de obra rápida, nos esforzábamos para hacer bien el trabajo y siempre fuimos entregados.
En 8 años conocí todo el mercado y un buen día me dijeron que llegarían dos contratistas nuevos con los que tendría que compartir trabajo; eso implicaba disminución de trabajo para mis siete cuadrillas. En ese momento ya tenía un ahorro considerable, así que di el gran paso y monté mi propia empresa con el nombre de I. Chévez Prefabricados. Inicié todos los trámites, que duraron seis meses, me tocó pagarle a dos cuadrillas casi sin hacer nada durante ese tiempo, pero sentía que tenía la obligación moral de mantenerles el puesto.
-¿Cómo fue acogida su empresa?
-Cuando abrimos la oficina, no fue fácil, tuvimos una guerra encontrada con las mismas empresas a las que yo les vendía servicios; muchos me querían degradar, les decían a los clientes que yo era nica y que me podía ir con su dinero. Logré romper esa barrera, entramos a construir prefabricados, pero vi que ese era el nicho que ellos estaban defendiendo. Hicimos un análisis y empezamos a construir en un sistema diferente, que no era nada del otro mundo, pero sí cambiamos el sistema. Esto requería más inversión y significaba tiempo en el que no estábamos produciendo.