El magistrado cómplice…

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Edgar Fonseca, editor

“Yo estoy aquí para defender los intereses del Frente Sandinista”, tronaba, entonces, este todopoderoso personaje que hoy, en medio del baño de sangre que enluta a su país, salta del barco…

Es cómplice de la tragedia.

No merece un exilio dorado.

¿Debe darle asilo Costa Rica?

O, ¿debe alistarse para dar cuentas a la justicia internacional?

Tamaño dilema para nuestro aparato institucional y diplomático.

Excombatiente guerrillero, exembajador al triunfo de la revolución, exmiembro del ejército, expoderoso miembro del partido único, exdiputado y expoderoso magistrado de la Corte, único testigo de la boda secreta de la pareja dictatorial en Costa Rica en 1978, este personaje viene de las entrañas de un régimen que colapsa a un costo mayúsculo de sacrificio para ese hermano y sufrido pueblo.

Por eso la conmoción que su intempestiva salida causa en Managua.

Por eso la incredulidad, tratándose, como lo describe la prensa de su país, del mayor operador político-judicial del dictadorzuelo desde 1997, cuando fue electo magistrado sempiterno.

Desde entonces y desde antes, este personaje ha sido protagonista clave, un “pez gordo”, un “comisario mayor”, desde una prostituida Corte, de la debacle institucional, que sometió dicho país –con la complicidad de un grupúsculo de empresarios–, a los designios del caudillo de El Carmen y de su mujer.

Claro, no contaba ninguno de ellos con la rebelión del 18 de abril, aplastada a sangre y fuego, condenada por la opinión pública mundial, y que pone a la pareja dictatorial y a todos sus allegados, a los Laureanos, a los Avilés, a los Avellán, a los Moncada, y a personajes como el de marras, en la mira de la justicia internacional, por corruptos, por violadores de los derechos humanos, por perpetradores de crímenes de lesa humanidad.

Este personaje debe dar cuentas.

No merece un exilio dorado.