Edgar Fonseca, editor
El presidente Alvarado disipó la expectativa sobre el nuevo inquilino de la Casa Amarilla.
Aprovechó el breve receso de fin e inicio de año y anunció al nuevo canciller.
La elección del Dr. Manuel Ventura Robles, exprominente juez de la Corte IDH, con reconocida trayectoria en la defensa de los derechos humanos, en el servicio exterior y en misión internacional, ha sido recibida con beneplácito por la opinión pública y allende nuestras fronteras.
Se trata de una designación que, en lo fundamental, debe reordenar el rumbo de nuestra política exterior tras la turbulenta gestión de inicios de administración.
La defensa de la paz, de la democracia, de los derechos humanos, del desarme, que enarbola el nuevo canciller, se convierte en un desafío clave en tiempos de brutal amenaza, a estos y otros valores, al otro lado de nuestra frontera norte, y en la sufrida tierra de Bolívar.
Y el país, fiel a su tradición, debe hacer sentir su voz, su prestigio, con fuerza, en el concierto internacional, frente a la marea de autoritarismo populista que hoy estremece a la región y a otras latitudes.
El canciller Ventura promete: “con humildad y compromiso, acrecentar nuestro respeto y levantar la voz en foros como la Organización de los Estados Americanos (OEA) y en las Naciones Unidas (ONU) cuando advirtamos retrocesos o el irrespeto a nuestra convivencia democrática, nuestra institucionalidad y nuestras libertades”.
Esa es una senda inalterable de nuestra política exterior que, confiamos, se consolide bajo el nuevo mando de nuestra diplomacia.
Junto a ese reto sustancial de su gestión, el nuevo jerarca deberá abocarse a limpiar, con mano firme, esos resabios de clientelismo que aún arrastra nuestro Servicio Exterior, convertido y codiciado por muchos como su botín particular.
Punto final-El bufón de Caracas lanza rayos y centellas contra el país y el Grupo de Lima que desconocen, por ilegítimo, su mandato. La contundente respuesta con que se estrena el nuevo canciller ante esa bravuconada señala el camino correcto. Ante regímenes espurios como ese, y el del vecino, el país no debe andar con medias tintas.