Edgar Fonseca, editor
Teotihuacán, México-Parecen Ovnis en aquella oscuridad, aún a las 6 de la mañana.
Pero no, son decenas de globos aerostáticos que, día a día, cada mañana, parecen rendir culto desde el cielo a la magnificencia milenaria de las pirámides mayas Sol y Luna.
Viajamos muy temprano hasta ese sitio a ser parte del rito que atrapa a miles y miles.
Salimos en microbús de una, aún adormecida, Ciudad de México a las 4:30 de la mañana hasta llegar, hora y media más tarde, a nuestro destino.
El personal se emplea en alistar aquellos enormes globos multicolores.
Tanques de gas LPG lanzan furiosas bocanadas de fuego para inflarlos.
A las 6 nos dan la orden de partida.
Rezo para que todo vaya con bien.
Mueven no menos de 200 pasajeros cada mañana en dos únicos vuelos, me cuenta Guto, piloto brasileño;o con 25 años de guiar globos.
Entre la bruma matutina, la oscuridad y los primeros rayos de sol surge un espectáculo multicolor.
El pueblecito mas cercano, san Martin de las Pirámides, a 76 kilómetros al noreste de la capital parece dormido desde el aire.
Sobrevolamos a no más de 10 mil metros y a 65 kms por hora aquel enorme espacio donde los mayas rendían culto a sus dioses, el sol era el mayor.
Y les doy la razón en mi pensamiento al ver la deslumbrante salida del sol de frente a dichas pirámides.
Teotihuacán, Ciudad de los dioses, Ciudad del sol.
Los “ovnis” cargados de ojos humanos asombrados culminan su misión al cabo de unos 60 minutos.
Ya en tierra, y a salvo, me dispongo a subir los 365 escalones de la pirámide del Sol, a admirar y a tratar de entender el portento de aquella obra patrimonio de la humanidad.