Edgar Fonseca, editor
La proyección era que el país cerrara el año anterior con un nuevo récord de 645 casos de homicidios.
Finalmente, las autoridades lograron contener esa “carnicería” de las calles y registraron 587 casos, 16 menos que en 2017.
La escalada mortal fue contenida por primera vez en los últimos seis años.
Aunque leve, 3%, la reducción en homicidios no hay que menospreciarla.
Evidencia que con planes debidamente estructurados y coordinados por los distintos cuerpos policiales y de investigación, el país puede empezar a respirar en la que pareciera una incontenible ola de homicidios que tiene en este momento la tasa de hechos de estos en más de 11 por cada 100.000 habitantes, en grado de epidemia, según los parámetros de la Organización Mundial de la Salud.
Y que nos ubica entre los índices más alarmantes de inseguridad en la región.
Hay un respiro
Si Medellín, que llegó a ser la capital mundial del crimen en los años setenta, logró una histórica reducción en la última década, si también lo logró Quito, ¿por qué no va a poder alcanzarlo el país?
El Ministro de Seguridad, Michael Soto, se muestra cauteloso, prudente, diríamos, al valorar la merma registrada. (Nota aparte)
No quiere crear falsas expectativas.
Mira de una manera integral, no solo policial, el ataque al fenómeno criminal.
Creemos, no obstante, que la estrategia interinstitucional en marcha en los últimos meses puede generarle al país mejores noticias que las que hoy trascienden, y se reciben con recelo y sorpresa, en medio de la desenfrenada ola delictiva.
Que los ticos sintamos que hay iniciativas institucionales efectivas y visión por parte de las autoridades y de los distintos organismos de seguridad, y que esa percepción y sensación se extienda a quienes nos visitan.
La alianza con agencias y autoridades estadounidenses, que han logrado históricos descensos en los comportamientos criminales en sus grandes urbes; la alianza con la élite de los organismos colombianos de seguridad que han demostrado, como en el caso de Medellín, una particular efectividad, y, la puesta en marcha de una acción basada en estrategias profesionales, en tiempo real, más que empíricas, de combate a la criminalidad, evidencian, tras los datos de cierre de año, que existe una oportunidad abierta para empezar a disminuir y retornar a nuestra sociedad a tasas de homicidios menos amenazantes para nuestra estabilidad.
La merma verificada es quizá una muy buena noticia de inicio de año.
Pero…
Pero el propio ministro acepta que el país registró un récord en decomisos de cocaína: 32.5 toneladas.
Alarma el embate de las mafias narco-criminales internacionales contra el país, y que organismos estadounidenses asocian, sin duda, con el disparo en la tasa de homicidios.
Junto a reducir la ola de homicidios, el Estado costarricense tiene en esa embestida uno de sus mayores desafíos a sus instituciones.
Reforzar el blindaje de nuestros mares y fronteras, con la asistencia de naciones amigas; reforzar los acuerdos y cooperación de inteligencia con la agencias más experimentadas y capacitadas de dichas naciones; reforzar el patrullaje marítimo conjunto con EE.UU., debe ser otra prioridad de rescate nacional de la seguridad al empezar este año.