Edgar Fonseca, editor/Foto TripAdvisor
En medio de una oleada de críticas y ante un deterioro galopante de sus condiciones sanitarias, los personeros de instituciones corren, ahora sí, ante el desastre que se asoma en el parque nacional Manuel Antonio, Quepos.
Pero lo primero que deben responder los distintos responsables es, ¿adónde han ido a parar las multimillonarias sumas que anualmente le ingresan al parque más visitado de todo el Sistema Nacional de Áreas de Conservación?
¿Qué han hecho las instituciones con esos dineros, los $13 que le sacan a cada uno de los miles de turistas internacionales, y lo que pagamos los ticos, cada vez que ingresamos?
Esa debe ser la primer pregunta por responder en esta emergencia.
Que alguien llame a cuentas a los responsables. Y que le aclaren al país en qué se han invertido en todos estos años esos recursos.
¿Cuáles han sido las mejoras, si es que se dieron, porque pareciera que allí esos cuantiosísimos ingresos se esfumaron como las olas que bañan su majestuoso escenario natural?
Segundo, debe eliminarse de inmediato ese tedioso cobro de los tiquetes de entrada, limitado a dos únicos cajeros de CoopeAlianza en el sitio.
No debe dilatarse la entrada de un sistema de compra digital de tiquetes desde cualquier parte del país y del mundo, y no forzar a los turistas, cansados de filas en el aeropuerto, cansados de presas, a soportar el suplicio de las filas que se arman allí todos los días bajo un clima bochornoso.
Tercero, debe regularse, “meter en cintura”, la presencia de los llamados “guías”, que acosan, que asedian, que acorralan al turista, y que no lo dejan caminar ni 20 metros dentro del parque.
No solo las instituciones públicas deben dar cuentas.
Los empresarios y hoteleros, que hacen clavos de oro en las colindancias del parque, deben coadyuvar con el sector público, en serio, no con limosnas, a mejorar, entre otras medidas, los accesos al sitio.
Los turistas se ven obligados a caminar por trillos incómodos, malolientes, inseguros, porque a nadie de los interesados o afectados, de todos los que llenan sus arcas con aquella masiva visitación, pareciera que les preocupa, en lo más mínimo, pensar en un mejoramiento de aquel entorno desde el propio centro de Manuel Antonio.
Entonces, ahora sí, todos disque corren.
Pero pareciera que ese querido refugio natural, el primero de todo el sistema, merece una cirugía mayor, empezando por las cuentas que, unos y otros, le deben a la opinión pública de la razón de este desastre en ciernes.
[…] Ver también: ¡Hay que salvar a Manuel Antonio! […]