* El astro mexicano se robó el show y el corazón de los 33 mil y más asistentes al Estadio Nacional
Edgar Fonseca, editor/Foto Especial PuroPeriodismo
El astro mexicano de la canción, Luis Miguel, se robó la noche de jueves el show y el corazón de los 33 mil y más asistentes a su espectáculo en el Estadio Nacional en La Sabana.
No defraudó.
Enfundado en un traje negro profundo, corbata oscura, camisa blanca, Luis Miguel volvió a cantar en tierras ticas tras siete años de ausencia.
Y sedujo a sus seguidores con su show México por siempre.
Sin la explosión de energía, ni el baile, ni la cadencia de un Chayanne, El Sol de México sí tiene un chorro de voz, único, potente, sonoro, melodioso, que atrapó desde las 7:30 p.m. a los asistentes bajo un ambiente espectacular, un clima primaveral, fresco, con cierto viento y un cielo estrellado.
“Muy buenas noches. Buenas noches Costa Rica, bienvenidos todos, es un gran placer estar nuevamente con todos ustedes” lanzó, de entrada, “Luismi”, el más grande artista latino de los últimos tiempos con 33 álbumes y 100 millones de discos vendidos y con 30 éxitos en el top 200 de Spotify.
A partir de ese instante se lanzó en un recorrido por de su vasto repertorio, muchas veces ovacionado, y muchas veces aplastado por la muchedumbre que coreaba cada estribillo y no dejaba escucharlo.
Luis Miguel soportó aquello y soportó idas y venidas de sonido y de luces que le han causado no poco malestar a lo largo de la gira que le ha llevado por otras capitales latinoamericanas como Santiago, Buenos Aires, Bogotá y Panamá, donde fue abucheado la noche del martes.
Con sus seguidores ticos fue diferente.
A estadio lleno, Luis Miguel voló en su despliegue hasta acabar y lanzarse al escenario a compartir rosas blancas, sus preferidas, con sus fans.
Aquello fue locura, como lo fue la salida del estadio, convertido en un caos de gentes y de vehículos que lo atraparon por algunos minutos mientras él irradiaba sonrisas, gestos y agradecimiento.
El evento culminó bajo absoluta tranquilidad a pesar de la ausencia de autoridades de Tránsito que alegaron que, por ser una actividad privada, no lo cubrían.