Edgar Fonseca, editor/Foto Asamblea Legislativa
El presidente Alvarado decepcionó, en un 2 x 3, a quienes pensaban que su gestión sería una copia al carbón de la de su predecesor, que esquivó decisiones cruciales y naufragó ante los extremistas.
Alvarado sorprendió, de buenas a primeras, con su arriesgada convocatoria a un gobierno de “unidad nacional” que lo catapultó en la segunda ronda ante el fanatismo de los predicadores.
Y sorprendió al cohesionar en el gabinete a figuras, sobre todo de la Unidad Socialcristiana, con Piza como actor clave.
Marginó a la cantera de hueso colorado de su partido y sumó a reconocidas figuras del mundo privado, empresarial y comercial.
Fue una señal inequívoca suya de visión, de firmeza y, ante todo, de pragmatismo frente las realidades por las que atraviesa el país.
El extremismo intentó distraerlo de su plan de vuelo y lo desafió con la más impopular de todas las huelgas en la reciente historia.
El presidente, su gabinete, los mayores actores políticos, económicos y sociales no cedieron ante aquella intentona desestabilizadora.
Y, una sensata decisión legislativa, sentenció aquella temeridad.
Sin que signifique la “pomada canaria” final para los males nacionales, una critica reforma fiscal superó la tempestad y dejó atrás décadas de parálisis.
Claro que un recorrido como este no le gana una pizca de popularidad a ningún político.
El mandatario, cuestionado desde los recalcitrantes recodos de su propias huestes, y presionado por otros sectores para que no dé marcha atrás ante reformas públicas esenciales, ve así aproximarse la frontera de su primer año de gobierno .
Ha sido un año vertiginoso.
Alvarado ha tenido, hasta el momento, la valentía de adoptar decisiones, probablemente impopulares pero impostergables, que el país digiere con una madurez envidiable.
Y ha tenido, hasta ahora, la clarividencia de distanciarse del nefasto populismo que impregnó la primera administración de su partido.
He ahí dos de sus grandes retos en el segundo tramo de su administración.
Punto final-Las encuestas, presidente, son pasajeras. Clave es no perder de vista el legado de una obra de gobierno.
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