El inminente colapso de Japdeva… largamente vaticinado

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Instalaciones del Puerto de Moín, en la ciudad de Limón. Donde el 80% de las importaciones y exportaciones del país son movilizadas.

Edgar Fonseca, editor

El inminente colapso de operaciones portuarias de Japdeva no se da por la llegada de la multinacional APM Terminals.

No mientan.

No  se inventen esos cuentos chinos.

No lancen esas cortinas de humo.

El virtual colapso de esa institución fue advertido a lo largo de las últimas décadas, y, en particular, en los últimos 10 años en que se hizo crucial para el país dar un salto cualitativo en el manejo de operaciones portuarias y dejar el rezago tercermundista en que se encontraba.

Japdeva, si se va a pique, no es por culpa de la llegada de la multinacional holandesa que abre una nueva era en la vertiginosa competencia mundial portuaria.

Si naufraga, la institución porteña y sus deudos deben cargar las culpas a otros.

Deben pedirle explicaciones a  todos aquellos que a lo largo de estas décadas tomaron, coparon y atascaron a la institución y la convirtieron en su coto de caza de sus privilegios, de sus prebendas y de sus gollerías, como ocurre en tanta otra institución decadente y obsoleta.

Deben pedírselas a todos los que con sus huelgas, con sus bloqueos, con sus abusivas convenciones colectivas, la guiaron a un colapso financiero que hace insostenible su gestión.

Pídanle cuentas a todos ellos.

Llámenlos a que aclaren qué hicieron durante todo este tiempo para preparar la entidad hacia una transición menos traumática de la que ahora muchos claman al cielo.

¿Dónde estaban todos ellos?

¿Dónde están sus planes de desarrollo, de modernización y de transformación de una institución con su suerte condenada por deficientes administraciones y por la imposición de una camarilla sindical tagarota de pluses, como las hay en otras entidades del sector público, también a punto de colapsar ante la irreversible competencia global y tecnológica de estos venturosos tiempos?

No nos vengan con cuentos chinos.

No se inventen fantasías donde la opinión pública ya no traga cuento.

Den la cara y expliquen qué hicieron para impedir el colapso.

¿Por qué la dejaron llegar a ese estado calamitoso que, claro, hoy la muestra inoperante ante un competidor de primer mundo?

Punto final-La suerte de Japdeva, salvo un milagro, parece echada, como pasó con Bancrédito, a un gigantesco costo para el Estado.

La administración Alvarado da un paso en falso y la sostiene con respirador artificial.

Lo ocurrido, más bien, debería encender la luz de alarma en la jerarquía y dirigencia de otras instituciones públicas carcomidas por los mismos males, de inoperancia, de ineficiencia, de pluses y de abultadas cargas al fisco que hoy tienen a dicha entidad al borde del cadalso.