El naufragio de Japdeva… un espejo a mirarse

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Edgar Fonseca, editor

Pérdida de clientes, exceso de empleados y crisis financiera hacen el combo perfecto en estas horas para el colapso de Japdeva.

Con 1.400 empleados, muchos de los cuales solo llegan a “cumplir su horario” –entiéndase para justificar su salario–, la entidad portuaria se quedó atascada en sus vicios a pesar que la obra de la nueva megaterminal de Moín tardó una década en consumarse.

Y en esa condición de “fase terminal”, la institución debe atender sus compromisos salariales del año, por ¢41 .650 millones, de los cuales la mitad se van en los pluses, por todos conocidos. Y asumidos, ya saben ustedes, por quienes.

No culpemos entonces de este desmadre a la llegada de la multinacional holandesa a cargo de la nueva megaterminal.

No echemos esas cortinas de humo.

¿Dónde estaban en todo este tiempo los jerarcas, los dirigentes sindicales, tan abnegados en defender sus frondosos pluses, pero que por lo visto permitieron que la nave se fuera a pique?

¿Cuáles fueron los planes de contingencia madurados mientras se colocaba cada roca, y se traía cada grúa pórtica de nueva generación, y se echaba a andar la nueva megaterminal, de la que, superada esa incómoda curva de aprendizaje por la que atraviesa, confiamos se convierta en el modelo portuario regional como lo han prometido sus responsables?

Nada existía.

Todo lo dejaron al albur,  al vaivén de las olas caribeñas y, por supuesto, a la defensa a ultranza de sus gollerías y de sus convenciones mientras la institución hacía aguas.

Hoy la otrora influyente entidad  regional transita agónica, salvo que se cuajen los proyectos que, a la luz de la emergencia, apura esta administración.

Pero nadie da cuentas.

Ni se les llama a indagación en comisiones legislativas.

El naufragio de Japdeva no es único.

Otras entidades deberían mirarse en el espejo de sus realidades, de cuál es su razón de ser, de cuál es su aporte al desarrollo del país y echar para su saco.

Desfasadas en sus propuestas de servicios, de competitividad, de modernización, parecen tener las horas contadas, o las horas extendidas por costosísimos respiradores artificiales a cargo del erario público.

El ministro Méndez Mata, en una esclarecedora entrevista con La Nación el 11 de mayo, ratificó las peripecias a que se aboca, amén de la titánica reconstrucción de la infraestructura, para hacer eficiente a un MOPT perdido en el tiempo donde sobra gente, como bien lo admite.

Donde, según lo relata de manera cruda, es tanto el personal administrativo que “se muerde la cola”, dándose vuelta a sí mismo. Solo en el departamento de Recursos Humanos hay 100 o más gentes, detalla.

Y todo ello mientras la atención de la infraestructura del país se desplomó en las recientes administraciones, lamenta el ministro.

¿Cómo andan otras entidades públicas?

¿Qué planes de adaptación de sus servicios a las demandas presentes incuban?

¿Cuáles son sus retos de eficiencia, como los busca, clarividente, el titular del MOPT, antes que sea más tarde?

Sería bueno que ante la descarnada realidad de Japdeva se hicieran esas autoevaluaciones para evitar sorpresas.