Edgar Fonseca, editor/Foto Twitter
El exministro de Educación, Leonardo Garnier, designado mariscal de la próxima marcha nacional de la diversidad, el 23 de junio, cree que, a pesar de los prejuicios y restricciones que aún subsisten, en el país hay mayor tolerancia hacia la comunidad LGBTIQ.
“Cada vez más aprendemos a respetar y querer a las personas LGBTIQ como eso: personas”, afirmó este viernes tras conocerse su designación del evento que se realizará por las principales calles capitalinas.
Todos tienen derecho a amarse
-Sos muy crítico del trato en el país a este sector, ¿qué es lo que consideras censurable?
-No solo en Costa Rica, lo cierto es que la población “sexualmente diversa” en nuestras sociedades enfrenta no solo un trato desigual sino un verdadero maltrato. Desde niños o niñas, muchos son mal vistos en sus propias familias, a veces tirados a la calle; en las escuelas y colegios reciben burlas y agresiones. Sufren discriminación en el trabajo y no tienen los mismos derechos que cualquier otro ciudadano. En particular, sus relaciones afectivas y sexuales son censuradas de muchas formas, desde el rechazo en lugares públicos – parques, restaurantes – hasta la imposibilidad de constituir legalmente una pareja, algo que finalmente está cambiando. Creo que esto es parte de un problema más amplio, que es nuestra pobre concepción de la sexualidad y la afectividad humana, que ha las ha reducido a la visión más tradicional y binaria, asociada a sociedades en las que, además, ha prevalecido el dominio masculino. Por todas esas razones, me ha interesado desde hace muchos años apoyar los movimientos en pro de la igualdad de derechos de todas las personas, y en particular del derecho de todas las personas a amarse, independientemente de su orientación sexual. Creo que la sociedad pierde cuando algunos de sus miembros ven coartadas sus libertades y sus derechos. Al contrario, ganamos cuando los derechos y oportunidades nos cubren a todos.
Los respetamos y los queremos
-En este contexto, ¿ves algún avance en el reconocimiento de sus derechos?
-Sin duda. Creo que hay dos tipos de cambios concomitantes: un cambio cultural, en el que poco a poco sectores más amplios de la sociedad costarricense aprenden que distintas orientaciones sexuales son simplemente eso, y no (como solía verse) una perversión, un defecto, una enfermedad o un pecado que debía ser reprimido, ocultado y castigado. Cada vez más aprendemos a respetar y querer a las personas LGBTIQ como eso: personas. Esto ha permitido también avances institucionales y legales importantes: la inclusión de estas personas en el sistema educativo, los cambios en la CCSS para reconocer los derechos de pareja y, claro, la pronta legalización del matrimonio civil para personas del mismo sexo.
Cambia…todo cambia
-¿Crees que ante este fenómeno en los partidos tradicionales como PLN y PUSC hay más conciencia al reconocimiento de esos derechos?
-Conozco mejor al PLN y si bien es un tema en el que hay posiciones diversas, unas más conservadoras… otras más de avanzada. En particular, las y los jóvenes del PLN tienden a ser muy abiertos en estos temas, hay un buen número de jóvenes LGBTIQ en el PLN que juegan un papel de liderazgo. El país va cambiando, y también sus partidos políticos. Algo parecido ha ocurrido en todos los partidos, incluyendo a la izquierda más radical: recordemos que los regímenes pro-soviéticos fueron terriblemente draconianos con la población sexualmente diversa, y que incluso en estos días una marcha Pride fue reprimida en Cuba.
La paradoja de la iglesia
-¿Cómo ves la posición de la jerarquía de la iglesia Católica ante este tema?
-La Iglesia siempre se ha mostrado particularmente conservadora en temas de sexualidad en general, no solo en temas LGBTIQ. Han estado en contra de la educación sexual, en contra de la paternidad responsable que planifica los hijos, en contra del uso de preservativos (aún en países con epidemias de HIV), en contra del derecho a decidir de las mujeres, en contra de las relaciones sexuales fuera del matrimonio, en contra del matrimonio civil igualitario, etc. Lo paradójico es que una cosa es lo que la Iglesia predica, y otra lo que practica. La epidemia de casos de acoso, agresión y violación a niños y niñas por parte de sacerdotes, o las denuncias que se han hecho de violaciones a monjas que luego fueron obligadas a abortar, muestran que la realidad es mucho más compleja y dramática que los discursos.
No ando detrás de nada
-En este y en otros temas recientes en que has expuesto una posición vehemente, ¿te anima alguna pretensión política inmediata en representación de un sector alternativo como este?
-Ja ja no, ninguna. He tenido una larga participación en política, desde muy diversas posiciones y a veces con alto protagonismo en cargos de responsabilidad política (4 años en Mideplan y 8 en el MEP). Ahora me interesa más participar en el debate político nacional, contribuir a la formación de opinión y, sobre todo, estimular a las y los jóvenes para que participen en política desde posiciones socialmente responsables, lo que va desde temas como el dinamismo económico y la construcción de oportunidades (o sea, la reducción de la desigualdad) hasta temas menos tradicionales como la sostenibilidad ambiental y la universalidad de los derechos humanos. Y creo que es importante impulsar esta visión en general… y también dentro de partidos como el PLN, ya que son temas inherentes a una visión socialdemócrata. Pero no, no aspiro ni a cargos ni a “representar”.
Es hora de que entendamos
-Alguna reflexión final…
-Algo muy simple: los seres humanos somos diferentes y diversos en muchísimas características, pero ninguna de ella nos hace distintos en tanto seres humanos, en tanto personas. Nos parecería extraño que diferencias en el color del cabello, o de los ojos, o diferencias de estatura o de tono de voz se interpretaran como características que nos hacen “desiguales” – con distintos derechos y trato. Pero, paradójicamente, en diversos momentos de la historia hemos usado otras diferencias para generar desigualdades. Ha ocurrido con las diferencias étnicas que dieron paso al racismo, la discriminación y hasta la esclavitud. Y todavía ocurre con las diferencias de género y orientación sexual. Ya nos toca entender que son solo eso: diferencias que nos hacen diversos, pero que no deben hacernos desiguales y, mucho menos, dar origen a la discriminación, a la violencia y al acceso desigual a los derechos.