Edgar Fonseca, editor/Fotos Confidencial, Managua
- El Parque de La Merced, epicentro del refugio diario de decenas de nicaragüenses inmigrantes en nuestro país, reúne los anhelos, los temores, las esperanzas y las frustraciones de individuos y familias que huyen de la dictadura de Ortega y buscan en Costa Rica el paraíso prometido, destaca un informe del sitio Confidencial de Managua
Wilfredo Miranda, Elmer Rivas, Confidencial, San José-“Vigorón, enchilada, chancho con yuca”, ofrece la voz cantarina. “¿Va a llevar, mi amor?”, insiste la vendedora. Al otro extremo del parque un hombre recio grita: “¡Chip Claro, Kolbi, Movistaaaaar!”. Por debajo de ese griterío —tan absorta que pareciera no estar en el mismo Parque La Merced, de San José, Costa Rica—, la nicaragüense Marilda Aráuz Zelaya piensa en el cumpleaños de su hijo.
Esta mujer de 27 años viajó desde la provincia de Puntarenas a San José, para asistir a la oficina de Migración. “Me tocaba cita para mi carné de trabajo”, explica Aráuz Zelaya en un tono casi inaudible por el bullicio. La madre viaja con su hijo, el cumpleañero, un pequeño enérgico que empuja su camioneta de juguete sobre el césped. Ella y su amiga acordaron que al terminar la cita migratoria se encontrarían en La Merced, un amplio parque situado sobre la concurrida Avenida 2 de la capital josefina.
“De aquí, de La Merced, nos vamos a ir a la casa de ella. Nos va a dar espacio para dormir hoy”, dice Aráuz Zelaya. Para ella, una exiliada producto de la grave crisis sociopolítica de Nicaragua, La Merced ha sido lugar de obligatorio uso desde que llegó a Costa Rica, en enero pasado. Un sitio de referencia que incluso —para ella y los centenares de nicas que están en La Merced esta tarde de enero— bien podría estar impresa en el carné de refugio como domicilio. Porque cada vez que Aráuz Zelaya viene a San José a realizar trámites, todas las calles conducen a este parque.
“Vigorón, enchilada, chancho con yuca. ¿Va a llevar, mi amor?”, irrumpe de nuevo la voz cantarina. Aráuz Zelaya alza su mirada desangelada, como descubriendo por primera vez el bullicio, y a la vendedora morena de fuertes rasgos chorotegas que está sentada en el redondel del jardín. Son más de las doce del día. La joven madre tiene hambre.
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Las palomas cagan la estatua con desdén. En el pedestal que sostiene la efigie se lee: “Benemérito y Arquitecto del Estado costarricense. Braulio Carrillo Colina”.
En realidad, el Parque La Merced se llama Parque Braulio Carrillo. Pero nadie en San José se refiere a este parque por su nombre real, ni por el hecho de que don Braulio Carrillo fue jefe de Estado dos veces y cimentó la institucionalidad costarricense. Al parque lo llaman a secas “La Merced”… o el “parque de los nicas”.
“La Merced” porque la iglesia Nuestra Señora de la Merced y su única torre neogótica se alza desde el oeste y se impone sobre el parque. El “parque de los nicas” porque desde hace décadas, los nicaragüenses que han migrado a Costa Rica han hecho de este espacio suyo con el vigorón, la enchilada, el chancho con yuca y hasta el nacatamal.
Aunque no hay fecha exacta de cuándo los nicas volvieron este parque su epicentro en el casco de San José, todo indica a que sucedió en 1978. La parroquia decidió que cada siete de diciembre celebraría de forma oficial en Costa Rica la Gritería en honor a la Purísima Concepción de María. Y pocas cosas más nica que la Gritería.