Edgar Fonseca, editor/Foto Facebook Carlos Alvarado Q.
El presidente Alvarado paga un muy alto precio en la popularidad de su imagen al adentrarse en el segundo año de su mandato.
Ninguna sorpresa, si se toma en cuenta que, sin que nadie lo vislumbrara, su agenda de gobierno derivó en el impulso de una serie de medidas impopulares pero ineludibles ante la emergencia fiscal.
Medidas postergadas por las administraciones predecesoras y que enfrentaron al joven gobernante a un “ahora sí o sí” antes que fuese más tarde.
Medidas ante las que, como en el caso de su predecesor, prefirió hacerse de la vista gorda y hacer la “masa aguada” ante la extorsión gremialista.
La reforma fiscal aprobada hace un año, le puso un alto precio a la imagen del mandatario.
Jamás podría esperar un rédito de popularidad, sobre todo en los sectores más vulnerables, de algo que aprieta los bolsillos en tiempos como estos.
Jamás podría esperar un rédito de popularidad en sectores, no tan vulnerables, que ahora sí se ven forzados a cumplir ante la fiscalización tributaria puesta en marcha.
Y jamás podría esperar una pizca de popularidad entre aquellos que sienten que la reforma es una amenaza a sus insaciables privilegios, a sus pluses, y a sus pensiones de lujo.
Por eso las huelgas, los bloqueos y la arbitrariedad rampante.
No sorprenden las críticas cifras que refleja el más reciente estudio del CIEP de la UCR hacia la gestión del gobernante.
Son reacciones encuadradas en el pico de desempleo que afecta a casi 300 mil ticos de todos los estratos, y que se convierte en el tema nacional de mayor preocupación.
Encuadradas en el frenazo que observa la actividad económica, desde hace año y medio, en medio de negativos presagios locales e internacionales.
El presidente, a quien le han fallado todas sus apuestas en comunicación, carente de músculo legislativo, dependiente del ritmo de otras fracciones, en particular del PLN, navega contracorriente.
Requerirá de suma destreza y visión, de mucha tolerancia y acuerdo, para guiar a buen puerto esa agenda dura, incómoda, pero inesquivable para el país.
Una agenda impopular hasta decir basta pero impostergable.
Le correspondió a Alvarado y al momento histórico de su gestión esa definición ante temas cruciales, arrastrados o engavetados por sus predecesores.
Este es el alto precio que paga, de momento, por no haber continuado con un irresponsable ejercicio de conducción gubernamental que nos llevaría tarde o temprano al despeñadero.
Punto final-Presidente, gobernar no es Dancing with The Stars.
Gobernar es tener muy claro que las duras e impopulares medidas de hoy, le darán al país la debida estabilidad y crecimiento en el mediano y el largo plazo.
Eso, no tiene precio.