Edgar Fonseca, editor
No cualquiera puede llamarse periodista, como lo interpretan infortunadamente los magistrados de la Sala IV.
Ni porque se dedique a ejercer la libertad de expresión de “modo continuo, estable y remunerado”, como sentencian dichos magistrados desde su Olimpo.
Ser periodista conlleva una gravísima responsabilidad con la sociedad.
El periodismo es vocación.
Es talento.
Es habilidad.
Es práctica a raudales.
Y demanda formación a raudales, en la academia y en el mundo profesional, como lo exigen las más prestigiosas casas superiores de estudio mundiales, y como lo concibieron, visionarios, los fundadores de la Escuela de Ciencias de la Comunicación Colectiva de la UCR hace ya 51 vastos años.
Eso lo pasa por alto el infausto voto de los magistrados.
Una resolución que desincentiva la formación profesional de las nuevas generaciones de comunicadores y la deja a expensas de la corrupción rampante en el ejercicio de las profesiones, como lo vemos a diario, para desgracia de nuestra sociedad.
Que la deja a merced de la manipulación desde las sedes del poder, sean estas políticas, judiciales o económicas.
Aplauden los políticos corruptos ante una decisión que les permite disponer de perifoneros, en vez de tener al frente a periodistas críticos, serios, responsables, formados debidamente en las aulas universitarias y en el fragor de las calles.
Quizás, también, aplauden quienes defienden el botín de sus pluses y resienten un ejercicio profesional periodístico que investiga y destapa ante la sociedad tanta arbitrariedad con los fondos públicos.
Aplauden todos aquellos detentadores de poder que ven en los periodistas a enemigos cotidianos de sus intereses y de sus pretensiones.
Aplauden, en fin, quienes, con esta decisión, creen tener a la vuelta de la esquina, a charlatanes, a marionetas y a payasos, como lo vemos a diario con tantas “aves de paso” que aproximan el ejercicio profesional de la comunicación, y lo abandonan al no responder de manera seria y responsable.
Punto final-A las nuevas generaciones de periodistas: vivan el periodismo como la profesión más digna que escogen. Vayan a las aulas. Fórmense. Imprégnense de sus más rigurosos valores y prácticas. Aseguren su futuro. Será su mejor respuesta a tan lamentable resolución.