Tiene razón la ministra en indignarse

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Edgar Fonseca, editor

Tiene razón la ministra de Educación, doña Guiselle Cruz, de indignarse ante el llamado de los dirigentes sindicales magisteriales a  ese absurdo nuevo paro de labores en perjuicio de decenas de miles estudiantes en una etapa crucial del curso 2019.

Y con ella se indigna la opinión pública que ve como, por el capricho de unos cuantos líderes gremiales, se secuestra y se vulnera un derecho fundamental para nuestra niñez y juventud como es el de recibir la educación.

Porque el berrinche de estos dirigentes le hace perder valioso tiempo a la población de educandos al entrar el presente ciclo lectivo en una etapa crítica.

Tiene razón la ministra porque, con la mayor buena fe y el con el mayor tino, tras la abrupta salida de su predecesor, ella ha estado sentada en la mesa de negociación con dichos dirigentes escuchando sus inquietudes y, súbitamente, como chiquillos con rabieta, rompen las conversaciones y amenazan con desatar el caos en los centros educativos y en las calles.

Ni siquiera la inmerecida concesión legislativa, de dejar de considerar la educación como un servicio público esencial, les hace entrar en razón.

Se lanzan a presionar contra la tramitación en el Congreso de una necesaria normativa que regule los atropellos y desmanes a los que quedó expuesto el país con las huelgas en el sector público, nefasto legado de la primera administración PAC.

“El daño que se ocasiona a los y las estudiantes es irreparable”, lamenta la ministra en las vísperas de esta huelga que suma más de 100 días de afectación a los estudiantes en los dos más recientes cursos

“Más huelgas en este último semestre, advierte, harán que la presente generación de estudiantes pierda dos programas anuales consecutivos de estudio, el del año 2018, que no hemos recuperado todavía, y de nuevo el año 2019, que afectarían estas huelgas intermitentes”.

“Como educadora, tengo la autoridad para asegurar que ya no hay forma de recuperar pedagógicamente el tiempo perdido hasta el día de hoy”, sentencia.

Sus advertencias no vienen de una advenediza.

Vienen de alguien surgida de las entrañas del sector educativo. Con una vasta trayectoria de más de 30 años en el servicio público y concentrada su misión en la educación.

Una funcionaria responsable, ecuánime, pero muy sensible al grave perjuicio que le causan estos arrebatos a los estudiantes.

Tiene toda la autoridad moral la ministra para hablarle de frente a estos dirigentes que, tras el trepidante fracaso de la huelga del año anterior, cuyo único trofeo fue causar la pérdida del curso lectivo a la población escolar, intentan lavarse la cara ante sus gremios con estos nuevos movimientos de presión, sin causa justificada.

Y, además, promueven el boicot de las celebraciones patrias, una de las mayores ofensas cívicas, mucho más grave proviniendo de líderes docentes. “Una ofensa a toda la ciudadanía y un pésimo ejemplo para los estudiantes”, censura la ministra.

Ojalá sus palabras tengan eco en aquellos docentes que, quizá, por temor, amenazas o represalias, se ven forzados a cerrar las puertas de las aulas.

Ojalá se propague el ejemplo de los directores de los liceos de Cañas, Guanacaste, y de Santa Bárbara de Heredia, que se resistieron a la coacción gremialista y abrieron a martillazos los portones de sus respectivos centros educativos ante recientes paros.

Ojalá, en fin, el país supere este oscuro capítulo del chantajismo gremialista y se le permita a las presentes generaciones encarar su futuro mejor armadas, mejor preparadas, mejor educadas y no secuestradas por las imposiciones, abusos y exabruptos de dirigentes irresponsables.

“Cuando le negamos a cada estudiante educación de calidad, les cerramos las puertas del empleo futuro y les cortamos el acceso a las universidades, terminando con el sueño de sus familias de que algún día sean profesionales”, espeta con meridiana claridad la ministra.

Punto final-El SEC agrieta la unidad magisterial. Sus dirigentes dan muestras de comprender el mensaje de la ministra al no apoyar esta huelga. No ven, reconocen, una justificación, una razón de peso, para golpear de nuevo a lo estudiantes. Al menos un atisbo de raciocinio de su parte en medio de la insensatez entronizada entre sus compañeros de causa.