Edgar Fonseca, editor
Show.
Manipulación.
Engaño.
Llámele como desee.
Todo acabó en la mayor farsa montada en tiempos recientes por los jerarcas de las universidades públicas que irresponsablemente lanzaron a las calles a miles de estudiantes en supuesta defensa de su piñata del FEES.
Que cohonestan la toma y el vandalismo en edificios.
Que cohonestan la suspensión de lecciones.
Que cohonestan, en fin, el secuestro, del derecho a la educación para los miles de jóvenes perjudicados que no caen en la trampa.
Nada de lo que dijeron era cierto.
Nada de la supuesta amenaza a la sacrosanta autonomía universitaria era cierto.
No había tal recorte de ¢70 mil millones a los frondosos presupuestos en pluses de las universidades.
Mentiras que se iba a eliminar el 60% de las becas.
Mentiras que se iban a ver obligados a declarar cierres técnicos de carreras y programas.
Todo fue un invento.
Todo fue un sesgo, “alevoso”, para “intimidar al presidente”, como lo admite uno de estos rectores.
Para “intimidar” a un mandatario, por lo visto muy incauto.
Una farsa más de quienes se han convertido en profesionales del engaño a la opinión pública y que tienen en un gobierno manso, o menso, a su mejor aliado.
Entonces se montan mesas de negociación.
Y llenan de gentes los pasillos presidenciales.
Y firman acuerdos rimbombantes de paz y entendimiento. ¡”Compadre hablado”!
Puro show. Puro humo. Pura bombetería.
Acuerdos comprometedores para una administración que lanza las señales más contradictorias de su apuesta con el saneamiento fiscal.
En aquella disque negociación, advirtió uno de dichos rectores, no debía estar la ministra de Hacienda, cuya abrupta salida del gabinete presionaron hasta alcanzarla y, seguro la celebraron hasta altas horas de la madrugada.
Y en el show montan al ministro de la Presidencia y a la ministra de Educación. ¿Incautos?
Y salen como si nada.
Sin el menor decoro tras una vergonzosa semana de chantaje y de tensión para el país.
Y se encuentran con que la farsa les estalla en la cara porque los anarquistas, los asaltantes encapuchados, siguen apoderados de las aulas, de los edificios, de las oficinas.
Y el derecho a la educación sigue de rehén.
El caro precio de la bufonada de la semana.