Edgar Fonseca, editor/Foto E. Fonseca M.
Aquellos turistas, venidos de tierras lejanas, clavan sus miradas, absortos, como lo hacemos nosotros, en el riquísimo follaje verde que nos envuelve al adentrarnos en los canales del Tortuguero.
Son las 6 de la mañana de sábado y recorremos en bote esa infinidad de senderos de riqueza natural que discurren por las caudalosas aguas de aquellos canales.
Los ojos de los visitantes, como los nuestros, no se despegan del verdor matinal, a la caza de una de las tantas sorpresas con que la naturaleza y la fauna regalan en este paraje y parque nacional, clavado al norte de Limón, al que llegamos desde el embarcadero de La Pavona de Cariari, tras un impetuoso recorrido por las achocolatadas aguas del Tortuguero.
Y mientras hacemos el recorrido, –un espectacular regalo natural a la vista–, no dejamos de pensar en la seguridad con la que se lanzan a aquella aventura decenas de viajeros, familias enteras, personas de la tercera edad, niños y jóvenes.
Hace tan solo un año, la turista española, Arantxa Gutiérrez, murió, menos de 24 horas después de haber llegado a este sitio, –cautivada por su esplendor–, en un oscuro incidente que las autoridades atribuyen a un nicaragüense empleado ocasional de uno de los principales hoteles de la zona.
Y se han dado asaltos a embarcaciones con turistas tanto en el trayecto de ingreso como en el recorrido por los canales.
Amenazados, impotentes y despojados de sus pertenencias, se han ido decepcionados de la zona y del país.
¿Se siente más seguro el sitio hoy?
El viernes que llegamos a La Pavona no apareció ningún oficial en medio del mare magnum de turistas en que está convertido el lugar a pesar de ser temporada baja.
Tampoco notamos ninguna autoridad a lo largo del recorrido de acceso ni por los canales del parque, vulnerables a acciones delincuenciales.
¡Cómo si no fuese latente el riesgo!
Un cuadraciclo con dos oficiales pasa patrullando la tarde del viernes en el congestionado pasillo central de la comunidad. Luego se interna en un sendero aledaño a la playa.
En el hotel de nuestro destino, la menor indicación de dispositivos de seguridad, de cámaras de vigilancia o de medidas o cuerpos de vigilancia reforzadas.
¡Cómo si allí no hubiese pasado nada!
¡Cómo si el golpe a la imagen del país, tras el suceso con la española, fuese cuestión pasajera!
Dejamos aquel tesoro natural, gratificados de una de las tantas piedras preciosas de esta bendita tierra.
Pero lo dejamos no con cierta aprensión, dada la precariedad de la seguridad que se siente para los turistas, foráneos y locales, en una comunidad muy asediada y vulnerable a las acciones delincuenciales.
Seguridad Pública, que pregona haber reforzado la vigilancia en la región, debería revisar la estrategia y, en conjunto con las empresas que explotan, hasta su última gota, la “gallina de huevos de oro” del turismo, implementar reales medidas y acciones que garanticen mayor protección a los vecinos y a los visitantes ahí y en otros sitios neurálgicos para la primera fuente de divisas del país.
Tortuguero es un paraíso maravilloso que nos deja boquiabiertos. Pero, los hoteles, los guías turísticos y los transportistas están atemorizados. Requieren acciones contundentes de las autoridades en defensa de la integridad de los trabajadores y de los visitantes. Los buses que llevan a los turistas transitan en caravana, cuidándose entre ellos. Igual las lanchas que los llevan y traen desde el muelle hasta los hoteles, en prevención de eventuales ataques arteros de una delincuencia impune. Los tours por esos inmejorables canales cubiertos de exquisita selva tropical, desaprovechan la profundidad de los canales, y sus mejores vistas, por mantenerse en zonas mas visibles y seguras, temiendo ataques eventuales, que han ocurrido. Protejamos nuestro tesoro, a nuestros trabajadores de la industria local, y a los fascinados turistas, eliminando la sensación de peligro que hoy se respira, por ausencia de mejor protección policial.