Jorge Corrales, economista/Imagen ilustrativa
La Comisión Nacional de Préstamos para la Educación (CONAPE) es la institución gubernamental dirigida a financiar esencialmente a estudiantes universitarios (así como del INA), mediante préstamos con intereses relativamente subsidiados (creo que, a la fecha, es del 6% anual.) El estudiante empieza a pagar el préstamo recibido después de concluir sus estudios.
Sin embargo, como se presenta en el artículo de La Nación del 3 de setiembre, “Cierre de crédito en CONAPE afectó a 1.000 universitarios,” se han presentado situaciones que no sólo han afectado los montos financiados, sino que, también, podrían dar lugar a problemas de recuperación de los préstamos, lo que brindaría, tal vez, una oportunidad interesante de mejorar este sistema de becas.
A principios de este año, la entidad anunció que reduciría el financiamiento para una serie de carreras universitarias las que, supuestamente, se consideraba que tenían poca demanda laboral, además debido a restricciones presupuestarias en este año 2019. En el caso concreto, “la administración de CONAPE decidió no financiar más un total de 36 carreras, incluidas Nutrición, Medicina, Mercadeo, Periodismo, Turismo, Farmacia, Antropología y Educación, entre otras.” Obviamente, es de asumir que las autoridades educativas pueden predecir que hay “menos futuro económico” en esas carreras, que en otras que están dispuestas a financiar, lo que plantea el problema lógico de si es deseable que el gobierno, por medio de CONAPE, pueda predecir con exactitud que eso será así, además de que limita la elección, por vocación o placer, de los estudiantes acerca de qué carrera universitaria seguir.
Tal restricción es entendible en la forma en que actualmente se recuperan los préstamos una vez que el estudiante empieza a trabajar al terminar sus estudios, de forma que así el prestatario limita el riesgo, en algún grado, de recuperar préstamos otorgados a esas carreras menos “rentables”. Pero, a uno le queda la inquietud de si deberían establecerse mecanismos contractuales entre estudiantes deudores y CONAPE, para estimular que laboren mediante ciertas formas de contrato de pasantía, por un cierto número de horas, que estimularía a que el estudiante buscara asociar su carrera con los ingresos futuros esperados para pagar sus obligaciones.
Tal vez podría servir como base de ideas, el artículo del economista Josh Reini, “Los ACIs: la solución de Friedman a la crisis de los préstamos a estudiantes,” cuya traducción al español puede encontrarse en mi muro en Facebook (jorge corrales quesada o Jcorralesq Libertad), en donde lo publicaré mañana miércoles 1 de octubre, lo que permitirá que haya un mayor conocimiento respecto al tema. [Ver https://fee.org/articles/isas-the-friedman-solution-to-the-student-loan-crisis/, si bien en idioma inglés y referido a la crisis en los préstamos universitarios en los Estados Unidos.] Las ideas del artículo podrían ser útiles al país, incluso por el hecho de que hoy son similarmente aplicadas en Australia, mediante un programa estatal de becas universitarias, ligadas al impuesto sobre la renta futura del beneficiario del préstamo.
Volviendo a la situación actual del FONABE, el saldo de préstamos, a junio del 2019 y en comparación con un año atrás, aumentó sólo un 3.3%, lo que contrasta con “el crecimiento promedio anual del 17.7%, reportado entre el 2016 y el 2017.” Asimismo, la cantidad de créditos cayó en 1.642 préstamos, mientras que “en los tres años previos creció en 500 o más.”
Es igualmente preocupante que la parte de créditos que está en mora para la recuperación de CONAPE, “pasó de 12.9% a 14.8% de julio del 2018 a julio del 2019.” Por mora se entiende a los atrasos en los pagos de más de 90 días hasta aquellos que ya están en cobro judicial.
Además, se restringieron los fondos prestables “de ¢37.000 millones a ¢19.000 millones,” en parte por una caída del 38% (¢12.726 millones) del aporte obligatorio a CONAPE de los bancos comerciales, cuyas utilidades descendieron este año.
Tal vez es la hora de que el estudiante pueda financiarse en sus gastos de matrícula, colegiatura y de gastos para vivir, participando en contratos de pasantía por el cual pueden trabajar cierto número relativamente bajo de horas a la semana, en actividades remuneradas y que servirían para mejorar las posibilidades del estudiante para encontrar empleos mejor pagados, una vez graduados. Contractualmente el riesgo se asumiría conjuntamente por las entidades que hacen el préstamo, ojalá entidades privadas, así como por el estudiante, lo que mejoraría el mercado de crédito estudiantil.