Edgar Fonseca, editor
A pesar del duro revés diplomático, Costa Rica libró una disputa indeclinable con la dictadura de Venezuela por el asiento al Consejo de Derechos Humanos en la ONU.
Hay derrotas dignas.
Esta lo es para Costa Rica.
Y hay elecciones nefastas.
La del régimen bolivariano, es una de ellas.
Ciertamente hubo premura y, quizá, hasta improvisación en la fallida gestión diplomática local de las últimas semanas en las turbulentas y traicioneras aguas de la ONU.
Allí no hay lealtades ni cercanías confirmadas hasta que se amarren y cuenten los votos necesarios y más; en esto y más fallaron los cálculos de nuestra diplomacia.
Más pareciera que el intento obedeció a una corazonada que a un paso estratégico coherente dentro de los rigores de las luchas diplomáticas regionales y mundiales.
Pero Costa Rica sale con su frente en alto.
No tiene rabo que le majen en la sensible materia de los derechos humanos como sí lo tiene un régimen que, indignamente, se hace del asiento a pesar del devastador informe Bachelet que le condena por siete mil ejecuciones extrajudiciales tan solo en el último año y medio
De esto hicieron caso omiso todos aquellos gobiernos y regímenes que, dóciles, sumaron sus votos a la tiranía sin reparar en la grotesca violación de los derechos humanos que se perpetra en dicha nación.
Son votos cómplices de la dictadura.
Cómplices de la tragedia democrática que arrasa a Venezuela.
Como lo fueron aquellos votos que también le concedieron asiento en esa instancia en los últimos tres años a la tiranía castrista.
Costa Rica queda al margen de dicho consejo pero no al margen de los esfuerzos multilaterales que hoy aislan y censuran a dicho régimen.
“Cuando se es consecuente con los principios, no hay derrota posible, solo trabajo por delante. Agradecemos a los 96 países que nos respaldaron, esfuerzo alcanzado en pocos días de alzar la voz frente a flagrantes violaciones de derechos humanos en Venezuela”, resaltó el presidente Alvarado.
Y prometió arrancar desde ya con el esfuerzo diplomático para dar una nueva batalla por ese asiento dentro de tres años.
Ciertamente, tras las crudas enseñanzas de este fallido intento, este es un paso correcto para ratificar el compromiso país con la defensa de los derechos humanos pisoteados hoy no solo por el chavismo sino pisoteados muy de cerca por la dictadura orteguista que, probablemente, celebró hasta altas horas el revés nuestro.
Punto final-Cómplices de este paso en falso son algunos”quintacolumnas”, entre ellos los tales “garantes éticos”, uno, por cierto, succionando a lo grande de la piñata judicial. Torpedearon la iniciativa nacional y se prestaron al juego de la dictadura. Ojalá tuviesen la osadía de irse a Caracas a darse una probadita de autoritarismo.