Edgar Fonseca, editor
Frente a los gravísimos sucesos acaecidos al costado de la Facultad de Derecho, el rector UCR se cree su cuento.
La culpa, dice, fue de otros, no de ellos.
Dice que no hay prueba que las “mansas palomas” que tenían bloqueada una neurálgica vía, que no aceptaban diálogo y que la emprendían enardecidas contra un contingente policial, hayan usado combustibles para desatar un incendio en el sitio.
No le es suficiente el video que muestra a un vándalo regar la vía de gasolina, prenderle fuego y luego intentar rociar, con alevosas pretensiones, a un oficial policial.
No le bastan las fotos.
No le bastan los testimonios.
No le basta la ira de miles de ciudadanos afectados por aquel arbitrario acto en un paso público clave.
El rector se acomoda su historia.
Parece estar bajo tremenda presión interna.
Parece acomodarse ante quienes amenazan con volver al caos en cualquier momento.
Parece ceder ante el chantaje de quienes evidencian un anarquismo absoluto con el secuestro y daño de bienes públicos a lo largo de las últimas semanas.
Parece ser rehén de esos grupúsculos que intentan volarse cualquier negociación o vía de diálogo.
Parece, también, congraciarse con quienes lo han tenido en punto de mira, contra las cuerdas, y a punto de tumbarlo, una y otra vez, a lo largo de su gris gestión.
Lamentable la salida del rector.
Para nada aplaca el repudio público ante estos graves sucesos.