- En medio de este segundo “trago tan amargo”, como él lo describe, Oscar Morera, padre de Eva Morera, joven universitaria asesinada por su compañero sentimental hace una semana en La Matilde de Barva, Heredia, se aferra a la compasión, al amor, a la empatía y a la ternura de sus sentimientos para sobrellevar este capítulo en su vida. Y clama porque cese la ola de violencia machista.
Edgar Fonseca, editor
Aun con un profundo dolor clavado en su corazón, sus palabras le brotan fluidas, pausadas, cargadas de compasión.
Y le brota un firme llamado a la sociedad para frenar la ola de violencia machista que en el presente año ha cobrado 11 víctimas, una de ellas su hija.
Oscar Morera Herrera, padre de la joven estudiante universitaria, Eva Morera Ulloa, de 19 años, muerta hace una semana en barrio La Matilde de Barva de Heredia, en un incidente atribuido por las autoridades a su compañero sentimental, llama vehemente a la opinión pública a tomar conciencia de las amenazas que a diario experimentan las mujeres.
“Nosotros hombres, no salimos del trabajo con el temor de ser violados. No llegamos a la casa con el terror de ser golpeados, amenazados y asesinados”, afirma.
“Qué entendamos como desde el piropo no solicitado, hasta el “mi amor” como acto de posesión, estamos violentando a un ser humano, igual y con humanidad”, advierte.
“Culpar a la víctima es normalizar un sistema de poder diametralmente injusto y violento. El cambio empieza conmigo, hombre. Siendo consciente de mi privilegio y actuando por destruir esa desigualdad”, reta.
La muerte de Eva, estudiante de Trabajo Social en la U Latina, estremeció al país hace ya casi 8 días.
Su padre vive la segunda pérdida de un hijo en 20 años.
En medio de este segundo “trago tan amargo”, como él lo describe, Oscar Morera se aferra a la compasión, al amor, a la empatía y a la ternura en sus sentimientos para sobrellevar este capítulo en su vida.
Poder machista es “terrorífico”
-La opinión pública se ha visto conmocionada por el caso de su hija Eva. ¿Cómo valora esta reacción?
-Quisiera agradecer a toda la gente compasiva, amorosa, empática que se ha visto tocada profundamente por este hecho tan terrible, tan horroroso, quiero agradecerles. Creo que es un problema que nos toca a todos y que, además, demuestra que tenemos una sociedad enferma, una sociedad que tiene un concepto del afecto, del éxito y de la masculinidad que no es el adecuado.
Creo que esto debe servir para que podamos transformar ese horror, esa indignación, este repudio, este terror y esta, inclusive, a veces, sed de venganza, por pensamientos, sentimientos y acciones positivas dentro del amor, dentro del cariño, la comprensión, la empatía, la ternura. Que puedan hacer que nuestros actos pequeños, cotidianos, sean más afectuosos, más cariñosos, más tiernos, más bondadosos, pero sobre todo que en los actos, los pensamientos y la forma en que actuamos y nos relacionamos los hombres con las mujeres, nos dé el espacio para reflexionar esta situación terrible.
Nos demos cuenta que tenemos un poder terrorífico, completamente desigual, que además es letal y que tenemos un privilegio, que las mujeres no tienen, que es poder salir a la calle, poder vivir con nuestras parejas sin el miedo de que nos maten, sin el miedo de que nos violen, sin el miedo que nos insulten, que nos digan cosas que no queremos oír, que nos toquen en las calles, que nos paguen menos en los trabajos, que no nos dejen ser plenos en nuestras oportunidades, en nuestro sueños, que no seamos dueños de nuestros cuerpos.
Que entendamos eso nosotros hombres y que tengamos la humildad de reconocer que tenemos una sociedad desigual y que no basta con solo empoderar a las mujeres.
Tenemos que entregar ese poder terrorífico que tenemos, tenemos que destruirlo, y, ¿cómo lo destruimos? Lo destruimos con nuestros actos, con nuestros comentarios, con nuestras acciones, no quedándonos callados cuando los hombres hablan de manera despectiva de las mujeres, no tolerar actos machistas de nuestros amigos, de nuestros colegas, de nuestros familiares hombres. Todos podemos hacer algo, pero para poder hacer algo, primero tenemos que ser conscientes de nuestra realidad. Nosotros los hombres somos los que matamos mujeres.
-¿Cuál es su mensaje para los padres de familia?
-Educar a sus hijos a ser hombres, no machos. Con amor, cariño, compasión y ternura.
-De la actitud de los hogares, de las familias ante este fenómeno, ante este problema, ¿cuál es su punto de vista?
-Creo que cualquier persona que tiene una familia sabe que los problemas familiares son muy complicados, son muy particulares. Uno no puede dar una receta porque todas las familias tienen personas diferentes con diferentes realidades, con diferentes entornos y bueno historias también. Lo que sí es cierto es que las familias deben educar, deben de estar lo más cerca posible de sus hijos, tratar de entender las formas nuevas de comunicación que tienen sus hijos, que son diferentes a las que nosotros aprendimos, saber que también no solo debemos conocer y estar en contacto con nuestros hijos sino con los amigos de nuestros hijos, porque muchas veces los padres no nos enteramos de cosas que sus amigos sí saben.
Es importante que podamos llevar la cercanía que es no solo física sino también emocional, sobre todo en situaciones particulares en las cuales pudo haber un divorcio, pudo haber una separación, la cercanía y proximidad emocional es super importante, más allá de la física.
La física en estos momentos nosotros podríamos por los medios digitales que tenemos, debemos buscar maneras de estar cerca de nuestros hijos todo el tiempo, que ellos sientan la confianza de hablar con nosotros y decirnos lo que está sucediendo, pero sabemos que eso es muy complicado, cualquier persona que ha sido padre o madre de familia sabe que sobre todo durante la adolescencia estos temas de comunicación con nuestros hijos son muy complicados.
Debemos buscar alternativas, una de esas es aprender las formas de comunicación de nuestros hijos de estos días, que es algo que nosotros nunca tuvimos, nunca aprendimos, el acceso al internet, a redes sociales, a teléfonos celulares, la forma en que se comparte, se produce y esconde además información y comunicación, y también es importante tener esa cercanía con los amigos, que a veces las amigas y los amigos de nuestros hijos, y no a veces, siempre, saben mucho más cómo están ellos, cómo se sienten, cuáles peligros están expuestos.
Es importante que ese espacio también sea abierto, que los chicos tengan la confianza de hablar con los papás de sus amigos, que les enseñemos que el peligro existe en todo lado, el riesgo está.
Este tema de comunicación tiene que ser algo que también es importante atacar, reforzar, incentivar, la pregunta sería de qué maneras, cómo hacemos para que esto sea así, pero la forma es por medio del amor, por medio de la comunicación, por medio de la empatía.
Hay algo que no está funcionando en la forma que establecemos las relaciones de poder, no solo entre hombres y mujeres, sino entre padres e hijos y esto es también lo que deberíamos de estar trabajando.
-Pareciera que hay impunidad, hay un velo hacia la violencia machista en el país, ¿qué le parece?
-Creo que la impunidad, más que impunidad, diría yo, la terrible capacidad que tienen los hombres de agredir y matar mujeres, existe y empieza porque nosotros mismos los hombres, aunque seamos buenos, aunque pensemos que no estamos contribuyendo a esa violencia, sí lo hacemos en el momento que nos parece normal un piropo que una mujer no ha solicitado.
Somos cómplices cuando permitimos que a una mujer se le pague menos en una oficina.
Lo hacemos cuando pensamos, por ejemplo, una cosa muy sencilla que es que si una mujer anda con el novio en la calle nadie le dice nada, pero si la mujer está sola en la calle o anda con otras mujeres o sin un hombre, nosotros los hombres creemos que tenemos el derecho de violentar la humanidad de esa mujer diciéndole un piropo no solicitado, y esa es una señal clara de por qué es que se da la impunidad.
El ciclo de violencia empieza con cosas pequeñitas, empieza en una mesa de tragos, entre hombres, hablando de mujeres, empieza con expectativas de masculinidad enfermas, que cultivamos nosotros mismos los hombres, de cómo es que debemos comportarnos nosotros con las mujeres y que es lo que le permitimos nosotros a los hombres socialmente, y que es lo que jamás le vamos a permitir a una mujer, y las mujeres sienten esto todos los días.
Si vos hablas con tus compañeras, con tu pareja, con tus hermanas, con tu mamá y ella nunca pensaría en salir de la oficina a las 9-10 de la noche y caminar 200 metros para coger un taxi o un autobús sola, jamás, es una situación de terror,.
Pero nosotros los hombres tenemos el privilegio de que esto ni siquiera nos pasa por la cabeza.
No lo vemos como una amenaza, porque, además, independientemente de la delincuencia común, no es algo que nos va pasar, pero ¿dónde empiezan esos permisos para que un hombre pueda violar, ultrajar o matar a una mujer? Empiezan en un piropo, un piropo que ella no solicitó, que nadie, a pesar de que piense de alguna manera que esto es normal y es bonito.
Esto no es normal ni es bonito.
Preguntémosle a las mujeres
Preguntémosle a las mujeres si les gusta que les hagan eso, y aunque la intención, en teoría, se supone que es normal y es bonito, están en un estado terror y de alerta permanente, que cualquier cosa de estas les genera angustia y la hiere en su humanidad.
Si queremos ver, es muy fácil, después de todo esto, es muy fácil desde afuera verle la cola al monstruo, y en la cola del monstruo vamos a escuchar a la muchacha, vamos a encontrar a la familia, vamos a encontrar a los funcionarios, porque verle la cola al monstruo es muy sencillo.
Sin embargo, si usted quiere ver el rostro a ese monstruo, si le quiere ver la cara, solo falta ponerse en un espejo, sobre todo si usted es hombre, porque ese monstruo se alimenta de todas esas conductas que nos parecen normales e insignificantes, que van dando paso a que esa espiral de violencia se haga cada vez mas grande.
Porque cuando educamos a nuestros hijos, o nuestros hijos se educan, hay que ser claros con esto, la educación no solo es responsabilidad de la familia, sino que se educan en grupos de jóvenes, o se educan en las escuelas, o se educan en los trabajos, rodeados de otros hombres que piensan que esto es normal, este ciclo de violencia se va perpetuando.
Entonces mi responsabilidad, más allá de ser el padre de Eva, más allá de llorar, es ver qué puedo hacer para que esto cambie.
Es tomar de todo este dolor lo que puedo hacer positivamente, que puedo hacer para intervenir mi grupo cercano de hombres amigos, de hombres compañeros, de hombres colegas, para que no empecemos estos círculos de violencia, para que no empecemos estas espirales de masculinidades enfermas, inseguras, ahí es donde empieza la impunidad.
Quisiera agregar algo más, creo que es una oportunidad para ser autocríticos y darnos cuenta de el privilegio que tenemos como hombre y si de verdad estamos comprometidos con que esto no vuelva a suceder, que sea cada vez menos frecuente.
Utópico que no vuelva a suceder
Que no vuelva a suceder es muy utópico, muy irreal. Esto no es algo que va cambiar de la noche a la mañana y que las mujeres se van a sentir absolutamente seguras y que no van a estar amenazadas nunca más, pero si queremos que esto pase menos frecuentemente, uno como hombre tiene una responsabilidad todos los días, todos los días, en lo que hace y en lo que no hace, y hay mucho en lo que no se hace, que es no permitir, no tolerar, hacer saber, inclusive avergonzar a los hombres que no entienden esto, explicarles, decirles que esto no está bien, nos cuesta, porque se supone que eso va contra de lo que es ser hombres entre comillas, porque eso no es ser hombres, eso es ser un macho inseguro.
Como hombres, individuos, tenemos poder en nuestras acciones, en nuestras palabras, en todos nuestros actos cotidianos, en nuestras interacciones, con hombres y con mujeres, pero lo primero es ser conscientes, autocríticos y aceptar de que es una relación desigual y que además es mortal.
Creo en la humanidad, sigo creyendo en que existe la bondad, o sea, hay mucha gente que hoy está paralizada, que está aterrada, que está consternada, que está enojada, pero vamos a transformar todos esos sentimientos tristes en acciones positivas y en esto agradezco el papel que ha tenido la prensa, que ha tratado de ser completamente empática y que ha tratado también de ayudarme a mí en lo personal a enviar un mensaje, que es un mensaje de esperanza del dolor, pero también de compromiso y en ese compromiso está en cada uno de nosotros, sobre todo de cada uno de nosotros los hombres.
Debería de tener vergüenza un hombre que piense que una lucha de esta naturaleza que es por la igualdad y porque ese poder que tenemos, ese privilegio que tenemos, lo podamos ceder, lo podamos dejar, para que hayan seres humanos que no tengan el temor y que no se enfrenten a la realidad, además, de morir y ser además mancilladas en su humanidad.
-¿Algún pensamiento, algún mensaje, alguna reflexión para la persona que aparece como presunta responsable de esta acción en perjuicio de su hija?
-Yo pasé por una experiencia muy traumática de perder un hijo hace 20 años. Sé en carne propia lo que es la perdida de un hijo en una situación trágica, obviamente diferente pero siempre trágica.
Tomé las decisiones que estaban a mi alcance en ese momento, con mi inexperiencia, como un náufrago tratando de sobrevivir con lo que tuviera a mano y tomé decisiones equivocadas, porque no tuve el apoyo, no quise el apoyo sobre todo, y además tuve la situación de un estrés y un trauma tan grave que uno recurre a lo que tiene a mano.
En esta segunda oportunidad que la vida me pone ante un trago tan amargo, con un horror y circunstancia de terror completamente diferente pero terrorífica, he decidido que entre todas las emociones que hay alrededor de un acto de tanta violencia, de tanto terror, de tanto dolor, escoger cuales emociones me quieren y me van a dominar, porque uno se deja dominar por las emociones y lo que he querido es que me dominen las emociones de la compasión, el amor, de la empatía, de la ternura.
Estoy absolutamente seguro que si yo logro dominar esas emociones y dejar que sean estas otras, en primer lugar, no voy a volver a esa esquina triste, oscura y dolorosa en la que ya estuve, sino que es la mejor manera de honrar la memoria de mi hija, la mejor manera de honrar a mi familia todavía presente, a mis nietos, a mi otra hija, a la madre de mi hija, a mis padres, sus abuelos, a sus tíos, a sus primos, a sus amigas, a sus amigos, a toda la gente que quiso a Eva y que quiere a Eva.
Esa es la mejor manera de honrarla y si, además, esto puede transmitir un mensaje a una persona, a una chica que está en riesgo, a un chico que está actuando mal, le permite tomar conciencia de sus acciones, de sus palabras, eso ya es una gran recompensa. Si logramos salvar la vida de una chica, estamos salvando un universo.