La inutilidad de Piñera…

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Carlos Peña, diario El Mercurio, Santiago de Chile

Si algo quedó de manifiesto en estos días —estas semanas— feroces, ha sido la inutilidad del presidente Sebastián Piñera.

No logró imponer el orden, ni tampoco conducir la cuestión constitucional. El desorden operó como un verdadero chantaje de la oposición y el acuerdo constitucional, como el precio a pagar para evitarlo. Piñera acabó solitario el día martes —o, lo que es lo mismo, flanqueado por Blumel y Rubilar— pronunciando generalidades, frases que ocultaban lo que en ese momento saltaba a la vista de cualquier observador: las ideas que hace dieciocho meses ofreció a la ciudadanía ya carecían de toda vocación de realidad.

Un político cuyas ideas no tienen vocación de realidad —es decir, cuyas ideas no pueden o ya no quieren hacerse realidad— deja de ser, por la fuerza de los hechos, un político de veras y pasa a ser un administrador, un simple mediador, un remendón de los intereses en juego.

Eso es exactamente lo que le acaba de ocurrir a Piñera.

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