Edgar Fonseca, editor
Bajo una conducción política visionaria, el país avanzó en los últimos 19 meses en reformas cruciales que le permiten respirar con un preciado dejo de estabilidad al acabar este año y al acabar la década, si tomamos en cuenta el convulso contexto regional.
Merece reconocimiento la tarea fundamental de la Asamblea Legislativa.
El manejo sobrio y firme de Carlos Ricardo Benavides que, a pesar del turbulento entorno, en particular las demandas y presiones de ciertos grupos lesionados con las reformas, soportó el embate y supo guiar la barca legislativa por rumbo y objetivos claros.
El reconocimiento no solo abarca el rol crítico de PLN, como mayor partido opositor, sino del resto de fracciones, PAC, PUSC, y Restauración y de independientes que entendieron que, más allá del fragor de los acontecimientos, estaba y está en juego la estabilidad institucional.
El parto de esas reformas, desde la apremiante fiscal, puso a prueba la sensatez de una sólida mayoría de legisladores quienes, a pesar de los costos políticos inmediatos, comprendieron la urgencia de actuar, de decidir y de desatar trabas postergadas por décadas.
En eso, esta Asamblea Legislativa, en pleno, merece un reconocimiento particular al acabar el año y la década.
Sus integrantes han devuelto a un poder institucional clave la confianza de que desde dicha instancia el país cuenta con reservas suficientes de respuestas a los desafíos de estos tiempos.
La labor legislativa ha ido de la mano del compromiso presidencial de avanzar, contra viento y marea, con aquellas reformas esenciales que, primero, evitaron al país caer en el despeñadero por el que andaba hace un año, y del cual no esta muy largo, y segundo, por garantizar estabilidad.
El presidente Carlos Alvarado ha pagado un sumo costo, sobre todo en sectores extremistas que lo acusan de “traición” tras el contubernio de la primera administración PAC con grupos gremiales radicales.
Sin que este segundo mandato no haya sido ajeno a la tentación de ceder a algunos de esos arrebatos, el mandatario ha demostrado lucidez y madurez política al empeñarse en consolidar, al menos, la gestión del ordenamiento fiscal. La reciente designación del nuevo titular de Hacienda da esperanza.
Con tímidas cifras de una recuperación económica en el horizonte, el país y la administración parecen ver luz al final del túnel de incertidumbre por el que se ha atravesado.
El desafío para la administración y la legislatura es mantener el norte que pueda convertir al 2020 en el año del despegue.
A las puertas de los primeros fuegos electorales con las elecciones de alcaldes en febrero, una responsable conducta política como la observada en estos 19 meses podría ser la primera gran víctima en las polvaredas partidistas.
Ojalá que, superada esta coyuntura, gobierno y Asamblea persistan en avanzar y consolidar las reformas que demanda el país al despegar la nueva década.
¡Feliz 2020!