Edgar Fonseca, editor
El ingeniero Rodolfo Méndez Mata ha sido reconocido como el mejor funcionario público del año.
Más que merecida la distinción.
Tras el desastre del manejo del MOPT durante el primer periodo presidencial PAC, su sorpresiva designación, en el marco del visionario acuerdo de “gobierno de unidad nacional” Alvarado-Piza, se convirtió en una señal de esperanza para poner a andar de nuevo al país en infraestructura clave atascada por décadas.
Y de eso es testigo la opinión pública tras 19 meses de ardua, paciente, persistente pero eficiente gestión departe suya y de su equipo de trabajo.
Tras el gravísimo rezago acumulado en el desarrollo de infraestructura pública en los últimos 30 años, se puede afirmar, sin pestañear, que hay un antes y un después de la vuelta al MOPT de don Rodolfo.
El notorio avance en el anillo metropolitano de circunvalación y el impulso a obras que se extienden a lo largo y ancho del territorio, desde Limón a Guanacaste, de Paso Canoas a Peñas Blancas, son parte de trabajos, en vías, aeropuertos, puertos, postergados que dicho funcionario retomó y ordenó avanzarlos.
Admite con un dejo de impotencia que desearía ir a un ritmo más acelerado.
Tiene toda la razón.
Esa razón que lleva al expresidente Arias a sentenciar que este país se volvió ingobernable por la tramitomía y regulación leguleyesca que enmaraña cualquier iniciativa o proyecto; por las vendetas, de parte interesada, en que muchas veces acaban las licitaciones y demás adjudicaciones, en particular en obra pública.
Don Rodolfo, ningún extraño a este turbio entorno, aceptó volver a la gestión pública y se echó a cuestas revivir proyecto tras proyecto y poner en movimiento a todo el país.
Con decenas de proyectos en desarrollo simultáneo, las incomodidades y quejas de los usuarios no merman, pero, llegada la hora, esa será molestia para olvidar, cuando quede obra pública esencial.
Junto al crucial legado de la exministra de Hacienda, Rocío Aguilar, el presidente Alvarado tiene en don Rodolfo Méndez a un peón de oro en su administración.
Por eso es justo y merecido el reconocimiento a su labor.
Justo y merecido en tiempos de tanta mezquindad politiquera para con un funcionario con quien el país quedó con una deuda mayúscula ha rato ya.