- “Es una demostración incontrastable de lo que le espera a la humanidad, de persistir en el rumbo depredador de la naturaleza”, advierte el periodista y diplomático, Armando Vargas Araya, desde Canberra.
- Ninguno de los casi mil ticos residentes allá han sufrido consecuencias por la emergencia ni piensan en retornar.
- “Por el contrario, están decididos a sobrellevar las congojas y vicisitudes, hombro a hombro, con los australianos”, resaltó de los compatriotas.
Edgar Fonseca, editor/Google Images
Como un “cataclismo de dimensiones planetarias” califica el embajador de Costa Rica en Australia, Armando Vargas Araya, la devastación en dicha nación por la ola de calor e incendios forestales que arrasa millones de hectáreas con saldo, hasta ahora, de 28 víctimas mortales e incalculables daños ambientales y materiales.
Vargas confirmó que los casi mil ticos residentes allá, no han afrontado mayores consecuencias por la emergencia y no piensan en retornar al país.
“Su carácter ha sido forjado en la adversidad. Su personalidad, fortalecida en la soledad del individuo o en la comunión de la familia”, resaltó de ellos, al responder consultas de este editor por la vía de e-mail.
Un cataclismo planetario
—¿Cuál es su valoración de un acontecimiento como este desde el punto de vista del grave daño ambiental que trasciende en diferentes regiones de Australia?
-La hecatombe de los incendios forestales en Australia es un cataclismo de dimensiones planetarias. Difundido por las redes sociales y la televisión a todo el mundo, conmueve y genera sentimientos de solidaridad. Desde los ataques al Pentágono y las Torres Gemelas no se veía un fenómeno mediático semejante. Es una demostración incontrastable de lo que le espera a la humanidad, de persistir en el rumbo depredador de la naturaleza. El humo de los “bushfires” ha subido a la estratosfera y afectará el clima global. Es el llamado más dramático imaginable a la conciencia y la inteligencia de los gobernantes.
Los ticos están bien
—De los costarricenses residentes. ¿Ha podido conversar con algunos de ellos? ¿Viven algunos de ellos cerca de las áreas afectadas?
-Cada uno de los casi mil costarricenses que residen en esta isla-continente lleva dentro de sí lo mejor de la costarriqueñidad. Solo de esta manera es posible sobrevivir a 14.000 kilómetros de distancia del terruño. Su carácter ha sido forjado en la adversidad. Su personalidad, fortalecida en la soledad del individuo o en la comunión de la familia. Se comprueba en ellos una determinación y una resiliencia a toda prueba. Hay aquí compatriotas que llegaron hace cinco décadas y abrazaron una vida de esfuerzo, disciplina y trabajo cotidianos. Nada es fácil en Australia. Estas características se revelan en las conversaciones recientes sostenidas con numerosos conciudadanos, que moran en los estados de New South Wales, South Australia, Queensland, Victoria, como en el Northern Territory y el Australian Capital Territory. Ninguno de ellos, dichosamente, ha sido afectado, en lo personal o en lo patrimonial, por los “bushfires” que se han desatado desde agosto pasado en todas las jurisdicciones de este inmenso país.
No piensan venirse
—Del registro que se tienen de ellos, ¿a qué se dedican estos compatriotas en Australia? ¿Qué impresiones le transmiten de lo que ocurre? ¿Prevén quedarse o planean algunos de ellos regresar al país?
-El Padrón Consular tiene registrados, voluntariamente, a 378 costarricenses. Un estudio reciente de la Universidad Nacional de Australia indica que, en los siete estados y dos territorios de la federación, viven 974 compatriotas: 550 emigrantes, más 276 nacidos aquí y 148 inmigrantes temporales. Un 41,9 % residen en el estado de New South Wales y otro 22,3 % en el estado de Victoria, dos de las entidades geográficas más castigadas por los “bushfires”. El último Censo de Población muestra que, de ese millar de conciudadanos, 14,5 % laboran en el sector de salud y asistencia social, 10,3 % en educación y formación profesional, 9,5 % en servicios profesionales, científicos o técnicos. Un 40,4 % de los mayores de 15 años tienen bachillerato, maestría o doctorado universitario, lo que se compara con 20,4 % para la población australiana de esas edades. Hablan español en sus casas el 72,7 % de los emigrantes, aunque en la segunda generación nacida en Australia de padres costarricenses, algunos prefieren comunicarse en inglés. Ningún miembro de esta comunidad ha expresado el deseo de regresar a Costa Rica como consecuencia de la crisis de los “bushfires”. Por el contrario, están decididos a sobrellevar las congojas y vicisitudes, hombro a hombro, con los australianos.
Una sociedad sacudida de raíz
—Como testigo de lo que ahí acontece, ¿cómo observa la reacción de la sociedad australiana ante la devastación ecológica evidenciada?
-A lo largo de la historia, Australia ha sufrido una temporada de incendios forestales en cada verano austral (21 de diciembre a 21 de marzo). En 2009 los fuegos estivales arrasaron 4500 kilómetros cuadrados en el estado de Victoria, murieron 189 personas e incendiaron 1834 viviendas. Pero nunca los “bushfires” comenzaban tan temprano, abarcaban tanto territorio, ni eran tan destructivos. La ferocidad del fuego en 2019-2020 es increíble: 103.000 kilómetros cuadrados de bosques y haciendas arrasados, 28 personas fallecidas, hasta 1500 millones animales muertos, 2000 hogares y otras 4800 edificaciones destruidas. El monto de las pérdidas es incalculable aún. La sociedad australiana es sacudida de raíz. La solidaridad humana brota a raudales y las donaciones fluyen millonarias para la reconstrucción. Crece la demanda por políticas públicas de mayor ambición ante la emergencia climática global. Hay un sentimiento nacional de “endurance”, la capacidad de resistir la peor calamidad natural de que se tenga memoria aquí.
Nunca había vivido algo así
-Como periodista y diplomático, ¿había vivido una experiencia de emergencia similar en algún otro momento?
-Esta circunstancia tan acerba trae dos recuerdos a mi mente. La tragedia de la ceniza y el infortunio del volcán Irazú en 1963. La devastación y fatalidad por la nube ardiente del volcán Arenal en 1968. Era entonces un joven que se iniciaba en el oficio del periodismo y me correspondió informar hace medio siglo sobre ambas desgracias. Pero nada se compara en magnitud y profundidad con esta letal temporada de “bushfires”. La temperatura del fuego llega a superar los 600 grados en el núcleo que, al pasar de un lado al otro del bosque, derrite el pavimento de las carreteras.
-¿Es esta la mayor experiencia de emergencia social que le ha correspondido presenciar?
-Sin dudas, esta es la más grande emergencia social que he experimentado. Costa Rica tiene una presencia consular y diplomática reciente en el continente de Oceanía. Las relaciones diplomáticas comenzaron en 2007. El Consulado General se abrió en Sidney en 2011. La Embajada se inauguró en Canberra en 2017. Nuestro país —galardonado como “Champion of the Earth” por la Organización de las Naciones Unidas— es conocido y respetado en esta parte del mundo por su vocación ambientalista, sus esclarecidas políticas de protección a la biodiversidad, y el liderazgo mundial en la lucha contra la emergencia climática. El personal destacado en Australia por el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto es mínimo: un Embajador apoyado por una asistente administrativa, y una Cónsul General apoyada por una asistente administrativa de medio tiempo, ambos con recursos limitadísimos debido a la crisis fiscal. Con doña Roxana Tinoco Brenes hemos constituido un equipo de trabajo 24/7. Llamamos por teléfono a los costarricenses registrados en el Padrón Consular, para confirmar que se encuentran bien y ofrecer apoyo en caso de afectación personal; enviamos a la Cancillería informes documentados y evaluaciones sobre posibles cursos de acción, así como damos información a medios de comunicación de San José; exploramos posibilidades de asistencia técnica sobre la experiencia de Costa Rica en reconstitución de bosques; atendemos iniciativas del Cuerpo Diplomático o Consular y de la Cancillería australiana sobre los “bushfires”; mantenemos contacto diario con la Comisión Nacional de Incendios Forestales en San José; damos respuesta a preguntas que nos llegan por redes sociales; en fin, dentro de nuestras posibilidades, procuramos servir al máximo.
La urgencia de frenar el cambio climático
—¿Qué lecciones puede extraer una nación como Costa Rica, comprometida con la preservación de los recursos naturales, de un acontecimiento como este?
-La temporada anual de incendios forestales comienza en Costa Rica el 15 de enero. Gobiernos sucesivos han ampliado y fortalecido desde hace décadas una exitosa estrategia nacional para el fuego en bosques y pampas. La NASA nos sorprendió en setiembre pasado con una imagen compuesta, basada en la detección remota por satélites de 18.000 incendios forestales en Mesoamérica, durante la temporada seca 2018-2019: ahí destaca el territorio nacional como el menos afectado por el fuego. Sin embargo, ningún país está exento de la posibilidad de sufrir siniestros devastadores. Es conveniente aprender de las experiencias en otras latitudes —Amazonia, Australia, California, Canadá, Siberia— y no bajar la guardia. La señora vicecanciller de la República, doña Lorena Aguilar Revelo, acaba de escribir un artículo sobre este infierno que atraviesa Australia, en el que señala que cada costarricense tiene una responsabilidad en la transición hacia el paradigma de un futuro climático neutral, tarea conjunta de gobiernos, ciudadanos y empresas. Visto que no nos es imposible exportar numerosos baldazos de octubre hasta el otro lado del océano Pacífico, sí podemos compartir nuestro sentido de ambición y urgencia para frenar el cambio climático.
—¿Cuanto más estiman las autoridades australianas se prolongará esta afectación?
-Se pronostica que la temporada de lluvias habrá de comenzar en la segunda quincena de marzo. El Gobierno federal y los gobiernos estatales advierten, una y otra vez, a la ciudadanía que esta crisis va para largo. Apagados los fuegos, vendrán prolongadas etapas para llorar a los muertos y auxiliar a los damnificados; gestionar las indemnizaciones de los seguros; reconstruir la infraestructura perdida (viviendas, escuelas, centros comunales, edificios, caminos y carreteras, redes de distribución eléctrica, radiobases de telecomunicación, etc.); rehacer hatos ganaderos, ovinos y caballares; reconstruir los millones de hectáreas de bosques quemados. Es una misión nacional prioritaria, de proporciones épicas, cuya ejecución llevará años.
La hecatombe cambia la perspectiva
—¿Cuáles medidas extraordinarias adoptan las autoridades en caso de que se prologue más tiempo esta emergencia?
-Ciertamente, la hecatombe cambia la perspectiva vital de los australianos, que habrán de reconciliarse de lleno con la dura realidad de la emergencia climática global. La cuestión desborda la ecología y pasa ahora a la política. Centros de pensamiento, institutos de investigación, gremios empresariales y sindicales, medios de comunicación, partidos políticos, la sociedad entera seguramente entrará en un proceso de análisis, reflexión y definición de una estrategia nacional adecuada a los desafíos reales planteados por el desastre. Australia no será la misma.
“Juntos en un mismo árbol”
—Alguna reflexión adicional, bienvenida.
-¿Quién no se ha conmovido ante las imágenes de canguros, koalas y otros animales silvestres afectados por las llamas? Por efecto de la mercadotecnia, el koala ha devenido en símbolo de la naturaleza australiana, como el oso perezoso se ha transformado en distintivo de la biodiversidad costarricense. Una joven emprendedora decidió producir en San José una imagen digital representativa del destino común de la humanidad y de la solidaridad que nos hermana ante la tragedia. Sobre una rama aparecen un koala y un oso perezoso y, entre las banderas de Costa Rica y Australia, la leyenda “juntos en un mismo árbol”. Con el permiso de ella, nuestra Embajada decidió colocar la ilustración en su página de Facebook (www.facebook.com/369210916841638/posts/841464796282912/?d=n). Centenares de personas la han visto allá y acá, muchos más la han reenviado, pues refleja los vínculos de afecto y fraternidad que enlazan a ambas naciones bañadas por las aguas del océano Pacífico.