Edgar Fonseca, editor
Un pleitillo pueblerino se convierte, de pronto, en un tema “crucial”, de “vida o muerte”, para el PLN a las puertas de una prueba de fuego en las elecciones de alcaldes y municipales del 2 de febrero.
Cuando de por medio están cuestiones críticas para echar a andar un año de decisiones políticas clave para el país, el mayor partido opositor se enzarza en un zipizape con un legislador de quien nadie se acordará el día del “juicio final”.
Pecado capital el cometido por este diputadito al asistir a un evento del adversario, treparse en la tarima, saludar a mundo y a Raymundo, cargarse de selfies y de contentera, sabedor que ello le costaría su sentencia política en esta coqueta cofradía.
Y así ha sido ante los ojos atónitos de la opinión pública.
Interviene de emergencia el Tribunal de Etica.
Interviene en pleno la fracción.
Interviene apurado el liderazgo del partido.
Y llueven las imprecaciones, las admoniciones.
La suerte del joven legislador parece echada.
Deberá esconderse en su pueblo.
Podrá pedir perdón, una y mil veces más, y no quedará bien, jamás, ni con Dios ni con el diablo … “per saecula saeculorum.
Pero, ¿debe un rifirrafe como este copar la fuerza de decisión y de visión ante los acontecimientos del pleno de los dirigentes de un partido como PLN?
¿No deberían estar de cabeza respondiendo a los desafíos del presidente del Banco Central cuando les demanda decisiones “estructurales” para desempantanar la economía y activar el desempleo?
En el fragor del molote de estas horas, salta la duda de si el PLN continúa aturdido, azurumbado, tras los dos batacazos electorales consecutivos de la última década.
Nadie se llame a sorpresa si, el reto de intentar volver a la cima del poder en 2022, se les escurre, otra vez, en medio del extravío en que, evidencian, parecen mantenerse.