Edgar Fonseca, editor/Foto LDA CR
Hace años no trotaba por los predios del Alejandro Morera Soto un jugador del coraje, del pundonor, de la vergüenza y dignidad profesional que derrocha Adolfo Machado.
Esas corridas suyas por todo el campo.
Esa reciedumbre al defender.
Esa relampagueante penetración ofensiva con réditos de goleador.
Y esos lanzamientos de saque de banda a lo Kobe Bryant, a lo Scottie Pipen, a lo Magic Johnson, que nos hacen recordar épocas de oro de la NBA, nos dejan la impresión, a veces, que, en su frenética búsqueda del retorno al título, Alajuelense se equivocó de contratación.
Pero no.
Llegó cuando parecía desahuciado.
Al parecer tocó puertas conocidas y no le abrieron.
Ancló en la Península de Nicoya en el benjamín del fútbol nacional, en lo que, para los entendidos, era un capítulo de cierre de su paso por las canchas ticas.
Pero este futbol mágico, apasionante, ingrato, muchas veces, le reserva a un jugador como él, y a tantas otras figuras, esa extraña oportunidad de recalar en las tiendas imposibles, en las tierras prohibidas, y pisar las trincheras de aquel antiguo archirrival.
Y así lo anunció la Liga, desolada tras la debacle de diciembre 2019.
Y él entendió el mensaje y la oportunidad y no llegó dispuesto a defraudar.
A pulso, a pulmón partido, a punta de sangre, sudor y, me imagino, de lágrimas, ha llegado a ser el inesperado e indiscutible titular.
Se ha convertido en un mimado de aficionados descreídos y decepcionados tras tanta frustración e impotencia en recientes torneos.
Pareciera una contratación de larga data.
Se comporta como un viejo caudillo.
Corre de aquí a allá.
Mete pie, mete presión, gesticula, anima, empuja, y pone a los demás, creo, a meditar de su rol en una institución con tanta historia y desafío.
Los ha puesto a pensar, creo, sino han estado muchos de ellos en una zona de confort.
El torneo de clausura es joven.
Ignoramos si este “todoterreno” tendrá cuerda para cerrar campaña y, eventualmente, contribuir al “objetivo” manudo, pero lo cierto es que con su sola presencia en el campo o en la banca, el fútbol tico, y, por supuesto Alajuelense, ganan.
Hacen falta muchos jugadores de su temple, de su madera, de menos tatuajes y de menos selfies.