Edgar Fonseca, editor
Nuestro egregio Jacques Sagot mete, como casi siempre, el dedo en la llaga.
Los ticos, se lamenta, ya no hablamos.
Olvidamos, sacrificamos, marginamos el riquísimo acervo del castellano y lo sometemos a los peores “circunloquios lingüísticos”.
Nuestro lenguaje, advierte Jacques, se atrofió.
O lo atrofiamos.
Lo enfermamos.
Lo encriptamos.
Lo momificamos.
Lo deformamos y prostituimos a punta de expresiones rimbombantes pero insustanciales, vulgares, secas, y, en el peor de los casos, populacheras.
El sano ejercicio de la lecto-escritura, nos recuerda el honorable pianista y escritor, cuyo histórico varapalo a los sumos magistrados, por cierto, quedó sin respuesta –el que calla otorga–, va camino de extinción.
¡Nos vamos a quedar mudos!
Pero esperen… la era del tuit amenaza con dejarnos mudos a los ticos.
Una frase tan rica, tan bella, tan noble como “te quiero mucho”, está reducida hoy al frío “tqm”, ¡santo Dios!, que nos recetan a cada instante “x” (por) las redes.
Y algunos de sus emisores la enfatizan: “tqmm x sce”.
Entiéndase: “te quiero mucho mucho por ser como eres”.
Pero no la decimos, no la expresamos tal como es, mucho menos la sentimos o, supongo, no la sienten quienes a diario atrofian su comunicación con sus seres queridos, con sus amistades de larga data o casuales.
Chupamos y banalizamos en el tuit que nos caiga, una expresión como esa, gélida como la Antártida.
Y la hacemos moneda de uso común.
Y vamos de mal en peor.
“Tkz”, me responden para darme las gracias en inglés…
Bendita la hora de esta ola globalizadora, sobre todo en las comunicaciones, pero no escondamos, no abandonemos, no enterremos nuestro lenguaje.
No permitamos, como bien nos recuerda Jacques, que las poladas o la trivialidad se apoderen del vasto horizonte de nuestro idioma.
Sigamos hablando.